La Iglesia de San Francisco de Asís, ubicada pleno centro de Santiago es, en opinión del Padre Gabriel Guarda O.S.B., el monumento nacional histórico más importante de la ciudad, junto a la Catedral y al Palacio de La Moneda. Estos últimos dos edificios son obra del célebre arquitecto italiano Joaquín Toesca Ricci, quien causalmente está enterrado en la Iglesia de San Francisco.
El pasado 24 de septiembre la Corte Suprema acogió un recurso de protección deducido por un particular, que buscaba proteger este monumento histórico de los constantes ataques y rayados de que es objeto, principal, pero no exclusivamente, cada vez que se autoriza una marcha por la Alameda.
En el escrito del recurso se señala que la Municipalidad de Santiago ha incumplido sus deberes de velar por la mantención de dicho monumento y el de cooperar con las funciones del Consejo de Monumentos Nacionales, obligaciones que le impone la propia ley de Monumentos Nacionales. Se señala también que el estado en que están los muros de la iglesia atentan contra la dignidad de la ciudad, pues resulta inconcebible que uno de los principales monumentos de Santiago –único que data, en parte al menos, de fines del siglo XVI- se encuentre en el lamentable estado que todos conocemos.
Se dijo asimismo que se trata de un edificio egregio, merecedor de especial protección atendida su antigüedad e importancia arquitectónica. La parte recurrente acompañó dos informes histórico-arquitectónicos: el primero, emitido por el Padre Gabriel Guarda O.S.B., acaso la voz más autorizada en nuestro país para hablar de arquitectura, además de historiador ilustre, y otro suscrito por varias personas ligadas al mundo de la cultura, entre quienes figuran los profesores de la Universidad Gabriela Mistral, Julio Retamal y José Manuel Cerda.
Dice el Padre Guarda en su informe, que firma estampando su sello abacial, que los hermanos menores de la Orden de San Francisco edificaron el templo “en cumplimiento de un voto hecho a la Virgen María”, cuyo auxilio reclamaron durante el ataque a la nueva ciudad por el cacique Michimalonco, en 1541.
Su construcción duró más de 40 años y pudo terminarse gracias a un cuantioso aporte del Rey Felipe II, además del esfuerzo de los habitantes de la ciudad. La iglesia alberga la imagen de Nuestra Señora del Socorro, virgen que llegó a Chile con Pedro de Valdivia y que preside el retablo de la nave central de la iglesia. En el convento se encuentra la muestra de arte colonial más importante del país, con lienzos que contienen una relación completa de la vida de San Francisco de Asís. Además, en su museo tiene los franciscanos la medalla y el diploma del Premio Noble que recibió Gabriela Mistral en 1945.
Altar Mayor de la Iglesia de San Francisco de Assis, Santiago de Chile
El segundo informe, junto con confirmar las palabras del Abad Emérito del Monasterio Benedictino de Las Condes, dice que el templo y convento de San Francisco de la Alameda, constituyen un monumento nacional de la más alta jerarquía, además de subrayar su valor urbanístico y su carácter de edificio más representativo de la ciudad.
La parte recurrente –el párroco- alegó también que se trata de un monumento que merece especial protección por estar más expuesto que cualquier otro a la acción vandálica de quienes se expresan rayando, pegando carteles, propaganda, haciendo grafitis en las puertas y muros e incluso desprendiendo piedras de sus muros para lanzarlas a carabineros durante las marchas. En suma, la iglesia ha desempeñado durante los últimos 25 años el triste papel de “pizarrón de Santiago”, todo lo cual ha sido considerado por la Corte Suprema para darle una adecuada protección al templo más antiguo de nuestra ciudad.
Nuestro máximo Tribunal revocó el fallo de la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, que había desechado el recurso, argumentando que “La imagen de toda sociedad se refleja en el legado histórico-cultural que da tradición y carácter a la fisonomía de una nación. Este pasado que permite definir la individualidad de cada país y al cual estamos profundamente vinculados, exterioriza su presencia en ruinas y objetos arqueológicos, en manifestaciones arquitectónicas y artísticas, en los lugares donde se han desarrollado acontecimientos notables de la vida nacional y en las piezas que enriquecen los Museos. Este conjunto tangible de bienes que conforman y configuran la trayectoria histórica de una nación, constituye su patrimonio cultural. La debida cautela de este patrimonio o “bienes culturales” es un deber ineludible del Estado. Su defensa representa un compromiso ético que cada Estado debe contraer como una forma de respeto hacia la cultura nacional, la cultura continental, la cultura universal” (tomado del mensaje presidencial con que se dio inicio a la tramitación de la ley de monumentos nacionales).
La Tercera Sala de la Corte Suprema, en forma unánime, ordenó a la Municipalidad de Santiago recurrida “proporcionar los medios humanos y materiales necesarios para limpiar y pintar los muros y puerta del monumento nacional Iglesia San Francisco”, y al Cuerpo de Carabineros Chile “incrementar las rondas periódicas de manera de prevenir -en la medida de lo posible- daños al referido monumento nacional”.
En el contexto del recurso, lo anterior significa que la Municipalidad de Santiago deberá pintar los muros y puertas de la iglesia de San Francisco a su costo, incluyendo pintura y mano de obra, y aplicar a la pintura una capa de barniz anti grafiti, que permite lavar las murallas cuando, de aquí en adelante, sea necesario, para mantenerlas limpias.
Con este fallo la Corte Suprema ha dado una señal importante a las autoridades civiles, quienes de aquí en más deberán mantener en buen estado los muros de la Iglesia de San Francisco. Si así no sucediese, la Orden Seráfica reclamará nuevamente el amparo de la Justicia y las autoridades se verán obligadas a pintar nuevamente su fachada y muros.
Sin embargo, el problema de fondo obedece a una alarmante falta de educación y desinterés por la cultura: el diagnóstico es en tal sentido tan claro como lapidario. Habrá que trabajar entonces con niños y jóvenes en colegios y escuelas, para lograr inculcarles verdaderos valores e incentivarlos a la superación mediante el esfuerzo que implica el estudio emprendido con seriedad.
Un país nunca será desarrollado, aunque tenga un elevado Producto Interno Bruto, si parte considerable de sus habitantes apenas entiende lo que lee o se expresa a través de rayados de dudoso gusto en propiedad ajena; ¡y cuánto más tratándose de un monumento como la Iglesia de San Francisco! Es de esperar que las autoridades tomen cartas en el asunto.
Por ahora, sólo queda celebrar una decisión ajustada a Derecho. Bien por el patrimonio histórico y cultural chileno.