Romanticismo

La Respuesta Romántica

¿Que es el Romanticismo?; ¿es algo errático o una certeza?; ¿es de izquierda o de derecha?; ¿es revolucionario o reaccionario?; ¿que es lo que es? Tales preguntas no son académicas pero no por eso sin importancia. Al contrario, nos ayudan a entender el mundo en que vivimos.

John William Waterhouse. The Lady of the Shalott, 1888

En el Epílogo de la tercera edición de “La Vuelta del Peregrino” , C.S. Lewis se quejaba que por Romanticismo se entendían tantas cosas, que como palabra había pasado a no tener significación. “No usaría esta palabra para describir ningún fenómeno”, protestaba, ya que la considera “una palabra con tantas acepciones al punto de ser inútil y debería por ende, borrarse del vocabulario”. Con calma, Lewis!, si elimináramos palabras simplemente por tener múltiples y vagos significados, o porque se abuse de su significado, o éste se corrompa por una mala aplicación, resultaría casi imposible poder hablar o expresarnos. Tomemos como ejemplo la palabra “amor”. Pocas palabras han sido tan manoseadas como “amor” y sin embargo, pocas palabras son de tal importancia axiomática para el entendimiento de sí mismo.

John Lennon y Jesucristo no quieren decir lo mismo cuando hablan del amor. Uno se pone una flor en el pelo y se embarca en un viaje alucinógeno a San Francisco, mientras que el otro acepta que le pon- gan una corona de espina en su cabeza y va al Gólgota a encontrar SU muerte. El uno se desvía, el otro muestra el CAMINO. El uno es sublime, y el otro ridículo. Por supuesto que C.S. Lewis entendía esto perfectamente. De hecho lo entendía tan bién que escribió un libroentero sobre el asunto. En “Cuatro Amores” quiso definir “el amor”. Y lo que es verdad de esa palabra “amor”, es igualmente verdad de la palabra “romanticismo”.

Si queremos avanzar en entender el romanticismo, debemos aban- donar la noción de abolir la palabra “romanticismo”, y comenzar, en vez, a definir los términos. Lewis, a pesar de sus protestas, entendía perfectamente esto y del deseo de abolir la palabra, pasó a enumerar varias definiciones de la misma, argumentando que“podemos distinguir al menos siete especies de cosas a las que se le llaman románticas”. ¡De cuatro amores a siete romanticismos!, Lewis no estaba para abandonar el significado, o “mens sana” a otros hombres sin mente ni pecho!

Ya que las siete definiciones del romanticismo, de Lewis son difíciles de manejar, es necesario afinar nuestra definición del romanticismo en una unidad comprensiva de la cual las otras definiciones sean sub sets. Que caracteriza o distingue al romanticismo, o volviendo a la pregunta inicial, ¿que es?. De acuerdo al Diccionario de Filosofía, Collins; el romanticismo es “un estilo de pensamiento y de percepción del mundo, que dominara la Europa del siglo XIX”. Partiendo en la cultura medieval temprana, se refería originalmente a los cuentos en la lengua Romance sobre el amor cortesano y otros temas sentimentales que se distinguen de las obras escritas en latín clásico. Desde el comienzo, por ende, “el romanticismo” estuvo en contra distinción del “clasicismo”. El primero se refiere a un punto de vista marcado por sentimientos refinados y recíprocos, y por lo tanto se puede decir que es introvertido, subjetivo, “sensible” y dado a los sueños nobles; el último está marcado por el empirismo, gobernado por la ciencia y medición precisa y podría llamársele extrovertido.

Joseph Karl Stieler (1781–1858). Retrato de Ludwig van Beethoven Componiendo la Missa Solemnis. 1820 Current location Beethoven-Haus.

Habiendo definido nuestros términos, entendiendo, en el sentido más amplio y general; podemos proceder a una discusión de la forma en que la sociedad humana ha oscilado entre las dos visiones alternativas de la realidad representada por el clasicismo y el romanticismo. Antes que nada, sin embargo, debemos insistir en que esta oscilación es en sí una aberración, producto de la modernidad. En la Edad Media no existía tal oscilación entre los dos extremos de la percepción. Al contrario, el mundo medieval se caracterizaba, y de hecho se definía por, una unidad teológica y filosófica que trascendía la división entre romanticismo y clasicismo. El nexo entre filosofía y teología en la visión del hombre en el Platonismo Agustino y el Aristotelismo Tomista estaba representado en la fusión de fides ratio, la unión de fe y razón. Tómese como ejemplo el uso figurativo o alegórico en la literatura medieval, o el uso del simbolismo en el arte de la época. La función de lo figurativo en el arte y la literatura medieval no tenía como propósito principal producir sentimientos espontáneos en el observador o lector, sino estimular al observador o lector a ver el significado filosófico o teológico contenido en la configuración simbólica. En este sentido, el arte medieval, iluminado por la filosofía y teología medieval, es mucho más objetivo y extrovertido que el ejemplo más “realista” del arte moderno. El primero apunta a las ideas abstractas que son el fruto de una tradición filosófica que existe independiente tanto del artista como del observador; el segundo recibe su “realismo” sólo de las emociones y sentimientos de aquellos que lo “experimentan” o “sienten”. Uno exige que el artista o el observador se proyecten más allá de sí mismos a la verdad trascendente que está afuera; mientras que el otro se desliza por los sentimientos de la experiencia subjetiva. El rendir lo trascendental a lo transitorio, lo perenne a lo efímero, es la característica de la sociedad post cristiana y por ende, post racional. Es la marca de la bestia. La fusión medieval de la fe y la razón se fragmentó, teológicamente, con la Reforma, y filosóficamente, con el neo clasicismo de fines del Renacimiento. El romanticismo y el clasicismo, puede decirse, representan intentos de reparar los fragmentos del huevo Humpty Dumpty del cuento. Son en realidad intentos de darle sentido al sinsentido de la fragmentación de fe y razón.

La pretenciosa auto nominada “Ilustración” era el Fenix-Frankestein filosófico que se elevó de las cenizas de esta fragmentada unidad. Representa la razón sin fe, o mejor dicho, una fe ciega en la pura razón. De la misma forma que la fragmentación teológica de la Reforma Protestante había llevado a un rechazo de la ratio (razón) escolástica, incluyendo solo el fides; la fragmentación de la Ilustración-Renacimiento, llevó a un rechazo del fides, incluyendo sólo la ratio. La creencia que el hombre había destronado a los dioses de la superstición, llevaría muy rápidamente a la supersticiosa elevación del hombre a ser un dios auto adorador. En el tiempo esto llevó a la veneración de la diosa Razón en la Catedral Notre Dame de París durante el Reino del terror que surgió a continuación de la Revolución Francesa, la primera manifestación del totalitarismo racionalista. Si la Ilustración se caracterizó por el cientificismo y el escepticismo, es decir, la veneración de la ciencia y la denigración de la religión; la Respuesta Romántica en contra de la Ilustración se caracterizó por el escepticismo hacia la ciencia y la resurrección de la religión. El Romanticismo emergería, de hecho, como la reacción de “fe inarticulada” en contra de la “razón inarticulada”; es decir la veneración del corazón en guerra contra la veneración del seso. Fue un espectáculo muy alejado del paisaje de unión de corazón y seso que caracterizara a la civilización cristiana. La Respuesta Romántica, sería, sin embar- go, un paso significativo en la dirección correcta, llevando a muchos románticos de corazón noble, al corazón de Roma. Este fue el caso de al menos Inglaterra, Francia, aunque en Alemania se desvió vía el genio de Wagner y la locura de Nietzsche, a la psicosis de Hitler.

La respuesta romántica en Inglaterra, puede decirse, tuvo su génesis en 1798 con la publicación de Las Baladas Líricas (Lyrical Ballads), de William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge. Publicado sólo nueve años después de la Revolución Francesa, el poema Lyrical Ballads representaba el alejamiento y rechazo del racionalismo que había llevado al Reino del Terror. Wordsworth pasó de un “estado espiritual sereno y sublime” de un panteísmo optimista, evidente en sus “Lineas Compuesta varias millas sobre la Abadía de Tintern”, a un completo acuerdo con la Cristiandad Anglicana, evidente en la descripción alegórica de Cristo en “Resolución e Independencia”. Coleridge echó el guante del desafío de la Cristiandad en la sublimación de los sublime en “la Rima del Viejo Marinero”; y en sus “Himno al Alba en el valle de Chamouti” apuntó más allá de la naturaleza majestuosa (OSovran Blanc!) a la majestuosidad del Dios de la naturaleza:

Quién te dio gloria como las Puertas del Cielo
bajo la espléndida luna llena? Quién ordenó al sol
que te vistiera con el arco iris? Quién ordenó guirnaldas a tus pies del azul más bello?
Dios! Deja que los torrentes, como el clamor de naciones contesten! Y deja que las mesetas heladas hagan eco, Dios! Dios! Que canten los esteros de las praderas con voces alegres!
Y los pinares, con sus suaves sonidos del alma!
Que alcance su voz, más allá de los picos nevados,
y que en su peligrosa caída, truenen, Oh Dios!

En su reacción en contra de la Ilustración y sus monstruosos en- gendros, la Revolución Francesa, Wordsworth y Coleridge pasarían por sobre los errores y el terror de los tres siglos precedentes para redescubrir la pureza y un pasado cristiano, saltándose la herejía para encontrar la ortodoxia. Esta forma de reacción se repetiría en varias de las manifestaciones del neo-medievalismo que seguiría al Romanticismo de Wordsworth y de Coleridge. El renacimiento gótico, anunciado por el arquitecto Augustus Pugin en 1830 y defendido por el crítico de arte, John Ruskin, veinte años más tarde, buscaba descubrir una estética más pura a través de de las nociones de belleza del Medioevo. El Movimiento de Oxford, liderado por John Henry Newman, Edward Pussey y John Keble, buscaba un retorno a una visión católica más pura para la Iglesia de Inglaterra, saltándose la Reforma en un intento por injertar la Iglesia Anglicana Victoriana a la Iglesia Católica de la Inglaterra medieval, promoviendo la liturgia católica y la interpretación católica de los sacramentos. La hermandad pre-Rafaelita, formada después de 1850 por Dante Gabriel Rosseti, John Everett Millais, William Holman Hunt, y otros; buscaba una visión más pura del arte, pasando por sobre el arte de Renacimiento tardío, buscando la claridad de la pintura medieval y del Renacimiento temprano, pintura que, como lo sugiere la rúbrica de pre-Rafaelita, era anterior a las innovaciones de Rafael.

John Everett Millais: Ophelia. 1851 – 1852 Tate Britain, London

Quizás la voz poética emergente más importante de la Respuesta Romántica es la de Gerard Manley Hopkins, quien fuera recibido en la Iglesia Católica por John Henry Newman en 1866, veintiún años más tarde de la propia conversión de Newman. Influenciado por las figuras de la pre Reforma, como San Francisco y Duns Scotus, y por el rigor anti reformista de San Ignacio de Loyola, Hopkins escribió poesía llena del dinamismo de la ortodoxia religiosa. No publicado en vida, Hopkins estaba destinado a surgir como uno de los poetas más influyentes del siglo XX, después de la publicación de sus versos en 1918, casi treinta años después de su muerte. Aunque estas manifestaciones del Romanticismo neo medieval, transformaron la cultura del siglo XIX, contrastando con el optimismo y triunfalismo cientificista de la psiquis imperial Victoriana, sería un grave error sugerir que el Romanticismo siempre desembocó en el medievalismo. Las tendencias neo medievales de lo que podría denominarse Romanticismo Luminoso eran acompañadas a la par por un Romanticismo Oscuro, evidenciado en la vida y obra de Byron y Shelley, quienes demostraban tendencias nihilistas y desesperación ensimismada.

Si Wordsworth y Coleridge reaccionaban en contra del ícono racionalista de la Revolución Francesa, Byron y Shelley pretendían reaccionar en contra de la propia reacción de Wordsworth y Coleridge!. Fuertemente influenciado por las Lyrical BalladsI, Byron y Shelley se sentían incómodos con el tradicionalismo Cristiano que Wodsworth y Coleridge comenzaban a hacer suyo. Byron dedicó bastante espacio en el Prefacio del Pergrinaje del Niño Harold, para atacar las monstruosas necedades de la edad media”, y Shelley en su “Defensa de la Poesía”, declaraba su horror de la Tradición, insistiendo que los poetas debían ser los esclavos del espíritu de los tiempos, y que “debían reflejar las sombras gigantescas que el futuro echa sobre el presente”. Esclavos del espíritu del Presente, y espejos de la Gigante presencia del Futuro, los poetas eran guerreros del Progreso que buscaba vencer los supers- ticiosos retazos de la Tradición. Es posible que estas soserías pudieran ser excusadas como locuras y liviandades de la juventud, sobre todo considerando que hay evidencia de que Byron aspiraba a algo más sólido que un deísmo inarticulado y sin credo, como en su “ The Prayer of Nature” (Oración de la Naturaleza); y que el ateísmo militante de Shelley se estaba convirtiendo en un panteísmo fugaz. Sus tempranas muertes así como la temprana muerte de su menos tenebroso colega Keats , truncaron su intento de encontrar la luz a partir de sus ensimismadas y oscuras existencias y anhelos. Como un ladrón furtivo en la noche, la muerte los ha preservado para siempre como íconos de la locura que a menudo, y casi a pesar de ellos mismos, alcanza alturas de belleza y percepción notables.

En lo esencial, al comparar Wordsworth and Coleridge con Byron y Shelley, vemos la separación entre la altura de miras del Romanti- cismo Luminoso y el camino de profundidades de los Románticos oscuros. Sin embargo, si supusiéramos que la separación fuera permanente y que como en el caso de Oriente-Occidente de Kipling, “hebras que nunca se han de encontrar”, cometeríamos un grave error. Las dos vertientes del Romanticismo tienen más en común que el camino alto y el camino bajo que conducen a los “bellos, bellos bancos del Lago Lomond”, o visto de otra forma, convergen donde todos los caminos lo hacen, en Roma! Porque, como corresponde a un romance, el Romanticismo aún cuando sea Oscuro, a menudo lleva a Roma. La Influencia de Byron en la corriente oscura, cruzó la Mancha, y se entronizó en la decadencia de Baudelaire, Verlaine y Huysmans, todos eximios exploradores de la desesperación, que en su momento descubrieron la realidad del infierno y retornaron despavoridos al seno de la madre Iglesia. Baudelaire fue recibido por la Iglesia en su lecho de muerte, Verlaine se convirtió en prisión; y Huysmans, habiendo intimado con lo diabólico, terminó sus días en un monasterio. La principal diferencia entre el Romanticismo Oscuro de Byron y Shelley y la decadencia de Baudelaire, Verlaine y Huysman, es que los primeros se internaron en la oscuridad de sus propios egos con nada, sino la Nada, que iluminara sus divagaciones; mientras que los últimos, se internaron profundo en su propia oscuridad interior aprovechando la luz de la teología. Los primeros se perdieron en las elocuciones circulares de la navegación ensimis- mada en redondo, mientras que los últimos descubrieron la Bestia, que habitaba en el pozo sin fondo de la obsesión consigo mismo y, golpeándose el pecho, se arrodillaron al fin ante el Cristo que sus propios pecados habían crucificado. Es interesante notar que la Decadencia Francesa, fue caracterizada por su preocupación con el simbolismo, que en sí, era un retorno al modo de comunicación que se empleaba en el arte medieval.

Si el Romanticismo oscuro había cruzado la Mancha en disfraz Byroneano, metamorfoseándose en el simbolismo de la Decadencia Francesa, cruzó el Canal de nuevo, bajo el auspicio de Oscar Wilde, que era aficionado de Baudelaire y Verlain. De manera quizás perversa, Wilde había leído la obra recién publicada de Huysmans, A ReboursI, una obra maestra de la decadencia, durante su luna de miel en París que influenciaría profundamente su propia obra decadente: El Retrato de Dorian Gray. Tal como sus antecesores franceses, los decanos de la Decadencia Inglesa, también encontraron su camino a la Iglesia Católica, volviéndole la espalda al exceso y a la modernidad, favoreciendo el Cristianismo tradicional. Fuera de Wilde, que fue recibido en la Iglesia Católica en su lecho de muerte, otras figuras de la Decadencia Inglesa, se decidieron por el Papa, como Aubrey Beardsley, Lionel Johnson, John Gray, Ernest Dowson e incluso el enfant terrible de los 1890 ́s, Lord Alfred Douglas. Se puede ver, por lo tanto, que el camino alto y el camino bajo convergen en la vía de la Conversión Romana. El camino alto de la santidad fue seguido por Newman y Hopkins, ambos convertidos sacerdotes católicos, mientras que en el camino bajo del pecado, o la vía del hijo pródigo, fue elegido por un grupo amplio de decaden- tes franceses e Ingleses. No hay que olvidar que Oscar Wilde nunca se cansó de recordarnos que, incluso los santos han sido pecadores, y que todos los pecadores son llamados a la santidad.

Caminante sobre el Mar de Nubes, Caspar David Friedrich. Kunsthalle de Hamburgo (1818).

Desde la publicación de Lyrical Ballads en 1798, hasta la muerte de Oscar Wilde en 1900, la Respuesta Romántica podría verse , en general, como una reacción contra el superfluo racionalismo y la anti religión de la Ilustración. Pero a pesar de sus muchas faltas y desvíos, se las arregló para seguir el camino correcto, perdiendo el rumbo en pocas ocasiones. Concluyamos, volviendo a las preguntas iniciales.

¿Qué es el Romanticismo?
Es la reacción generalmente sana del corazón a la testarudez de la cabeza. Es errático o una certitud? A menudo está en lo correcto, aunque también se equivoca, pero como en las palabras del mal entendido romántico, el Rey Lear “ se peca más en su contra sin ser un pecado en sí”.

¿Es de izquierda o de derecha?
Ha sido sabio para no caer en esa trampa clasificatoria. Los conceptos políticos de izquierda o derecha son el producto del racionalismo “irracional” de la Revolución Francesa, es el lenguaje del parlamento de los necios. El verdadero Romanticismo, como el verdadero Clasicismo, siempre se ha preocupado de los asuntos del bien y el mal, contentándose con dejar la retórica de izquierda y derecha a los sinvergüenzas y charlatanes.

¿Es revolucionario o reaccionario?
Depende, de cómo se definan los términos. Si hablamos de revoluciones políticas como la de 1789 o 1917, el Romanticismo es contra revolucionario yespléndidamente reaccionario, por lo menos en su manifestación Inglesa.

¿Que es, entonces?
Es un esfuerzo de redescubrir lo que se ha perdido, un anhelar en las profundidades de la oscuridad de la modernidad por la luz de la verdad que preserva la tradición. Oscar Wilde nos recuerda “que estamos todos en el barro, pero algunos de nosotros, buscamos las estrellas”

*Este artículo fue publicado en Diciembre del 2005 en Chronicles
** Traducción: Enrique Romo

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