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Winston Churchill, El mejor Primer Ministro de la Historia de Inglaterra

Estadista, escritor, político, orador brillante, Premio Nobel de Literatura, ciudadano honorario de los Estados Unidos, talentoso pintor, gran equitador y jugador de polo, periodista, hábil estratega y Primer Ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Para muchos el mejor Primer Ministro que ha tenido el Reino Unido en toda su historia. Fue el primero en advertir la amenaza del nazismo y luego, en 1946 condenó el comunismo soviético y fue también el primero que habló del “telón de acero” que había caído sobre Europa.

Churchill junto al Presidente Franklin D. Roosvelt

Al cumplirse 50 años de su muerte el pasado 24 de enero, el Reino Unido ha dedicado este año 2015, a recordar con diferentes actividades, a este hombre que ya hace una década fue nombrado “el más grande de los británicos” y que en el año 2000 la publicación francesa Historia designó como “el estadista del siglo XX”.
En su discurso del 24 de enero, en uno de los tantos homenajes dedicados a su memoria, el Primer Ministro, David Cameron recordó: “Churchill fue nuestro mejor primer ministro de todos los tiempos y siempre estaremos en deuda con él. Su crucial decisión en mayo de 1940 de combatir a Hitler salvó a nuestro país y seguramente a todo el mundo”, y en ese mi¿Quién es Winston Churchill?smo discurso mencionó su cita favorita de Churchill cuando habló al pueblo en mayo de 1940: “Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste. Los combatiremos en las playas, los combatiremos por tierra, en las calles, en las colinas, nunca nos rendiremos”. Y citó también las palabras que han quedado grabadas en la historia cuando dijo: “No tengo otra cosa que ofrecer que sangre, lágrimas, fatiga y sudor”.

¿Quién es Winston Churchill?

Es muy difícil hablar en estas pocas líneas de un hombre que ocupó tantas páginas de la Historia y que es uno de los personajes más sobresalientes del siglo XX. Su imagen, con su sombrero de copa, su bastón, su puro eterno entre los labios, sus dedos en alto con la V de la victoria y su ancha sonrisa se han perpetuado para siempre en la memoria colectiva. También se lo asocia con su afición al whisky, al cognac, al champagne y al buen vino. Hombre de respuestas rápidas e incisivas no se dejaba sorprender por nadie y siempre tenía la respuesta adecuada a cada situación. Con respecto al alcohol, afición cuidadosamente controlada que nunca escondió, tiene algunas frases memorables. Una vez le preguntaron si le gustaba el té y contestó : “ Mi médico me ha indicado que no debo tomar nada que no tenga alcohol entre el desayuno y la cena”. En 1952 dicen que le contestó al rey Jorge VI: “Mi regla era no tomar bebidas alcohólicas antes del almuerzo, pero ahora es no hacerlo antes del desayuno”. Fue un personaje que estuvo muchas veces en el centro de la polémica y que en sus más de sesenta años de vida política dejó una profunda huella en la época en la que le tocó vivir. A él se le han adjudicado casi todos los adjetivos, tanto para alabarlo como para denostarlo. Se lo ha descrito como carismático, egocéntrico, vanidoso, convincente, enérgico, audaz, valiente, temerario, imprudente, intuitivo, agresivo, incansable, magnánimo, ingenuo, reaccionario, grosero, ambicioso, brillante y muchos otros más.
Era el Primer Lord del Almirantazgo cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En esta guerra ocurrió un hecho que significó el alejamiento de Churchill de su cargo y que estuvo en su conciencia toda la vida. Se temía que el ejército otomano atacara el Canal de Suez y para protegerlo, sugirió en el mes de noviembre de 1914 que la mejor manera de defender Egipto era tomar la península de Gallípoli, en los Dardanelos. Todos tenían alguna opinión y nadie se ponía de acuerdo. Pasó el tiempo y al momento de tomar la decisión, el ejército otomano se hizo muy fuerte y todo terminó en una masacre. Se trató de inculpar solo a Churchill, pero más adelante se hizo una investigación y fue rehabilitado. De todas maneras fue separado de su cargo y marchó a combatir a las trincheras de Francia. Esta acción le penó para siempre. Clementine, su mujer comentó a un amigo:” Yo creí que nunca superaría los Dardanelos, pensé que moriría de pena”. Pero la Segunda Guerra Mundial fue la vitrina en donde se agigantó su figura y es esa imagen suya la que recuerda hoy el mundo. Fue el primero que advirtió las intenciones de Hitler y anunció casi en forma clarividente lo que iba a ocurrir si no se tomaban urgentes medidas. Cuando el Primer Ministro Neville Chamberlain en 1939 regresó triunfal luego del pacto de paz de Munich, Churchill fue uno de los pocos que no celebró la noticia. Y tenía razón pues al poco andar el líder nazi rompió todas sus promesas. Churchill era en ese momento Primer Lord del Almirantazgo, el mismo cargo que ocupaba al declararse la Primera Guerra en 1914. Cuando Hitler invadió Polonia, Inglaterra declaró la guerra a Alemania, Chamberlain renunció y Winston Churchill ocupó el cargo de Primer Ministro. Ahí se dirigió al país con su famosa frase: “No tengo otra cosa que ofrecer que sangre, lágrimas, fatiga y sudor”. Su poder de oratoria se puso a prueba y y sus palabras estallaban en cada discurso, cada vez más convincentes y verdaderas y llegaban a todos los que las oían como una respuesta y una esperanza.

Cuando Francia cayó Inglaterra estaba sola, pero después eran tres los aliados. Los Tres Grandes les decían a Stalin, Roosevelt y Churchill. Pero como dijo De Gaulle, Churchill era el más grande. Infatigable, Churchill, apodado el león, es un hombre de mil facetas, “un hombre orquesta” como dicen algunos de sus biógrafos y a lo largo de su vida se dedicó con apasionada energía, además de a la política, al periodismo, a la pintura, a la oratoria, a la literatura. Fue un destacado escritor y publicó libros históricos y biografías. Sus excelentes discursos como también su “dominio de la descripción histórica y biográfica” lo hicieron merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1953. Pero a su vez la literatura que existe sobre él es extensa y su nombre figura en casi todos los libros relacionados con la historia del siglo XX en Gran Bretaña y el mundo. Sobre su persona se han escrito alrededor de doscientos libros y existe un flujo de comentarios constantes en documentos y biografías políticas. No todos los escritos son favorables ya que Winston Churchill tuvo a lo largo de su vida fervientes partidarios y grandes detractores. Estos últimos le reprochan especialmente su actuación en los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial y Dresde y Mers El- Kébir en la Segunda Guerra Mundial. Pero sus logros fueron más fuertes que sus errores y las críticas no logran empañar su figura que emerge grandiosa ante la historia. Clement Attlee, Primer Ministro en 1945 y opositor político de Churchill dijo en sus funerales: “Tenía simpatía, una simpatía increíblemente amplia para toda la gente común de todo el mundo. Hemos perdido al británico más grande de nuestro tiempo. Creo que ha sido el ciudadano del mundo más grande de nuestro tiempo”.
A su vez el general Charles De Gaulle con quién Churchill nunca tuvo muy buenas relaciones expresó: “En este gran drama él fue el más grande” Pero la más importante y completa de las biografías que se han escrito sobre Churchill, es la que empezó su hijo Randolph y continuó con minuciosidad y perfección el historiador británico, Martin Gilbert. Esta obra comenzada en 1966 culminó en 1988 con la publicación del séptimo y último volumen.

Su vida, su familia, la política

Winston Leonard Spencer-Churchill nació el 30 de noviembre de 1874 en Oxfordshire (Inglaterra), en el palacio de Blenheim, propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Fue el hijo mayor de lord Randolph Churchill y de Jennie Jerome, una norteamericana de gran belleza. Con su padre, miembro del Parlamento y muy activo en la política, que murió muy joven, cuando Winston tenía 20 años, no tuvo nunca una buena relación pero si con su madre a quién amó y admiró profundamente. De todas formas su infancia fue muy solitaria ya que Jennie y Randolph Churchill eran muy aficionados a la vida social y sus innumerables compromisos no les daban tiempo de ocuparse de sus hijos. Como era la usanza de esa época era la niñera la que tomaba todas las responsabilidades y para fortuna de Winston, la institutriz elegida, Mrs Everest le dio el cariño que el niño necesitaba desesperadamente: “Mrs. Everest era mi confidente, le contaba todas mis penas”.

Winston Churchill a los siete años

A los siete años fue al internado Saint Georges. El griego, el latín y las matemáticas no eran el fuerte de Winston y sus notas no eran de las mejores. Además por su conducta fue tachado siempre de “muy revoltoso” hasta “insoportable”. Los castigos físicos, frecuentes en esa época fueron utilizados en Winston. Su madre decidió sacarlo del Saint Georges para llevarlo a una pequeña escuela en Brighton que consideraron mejor para sus bronquios. Su conducta continuó siendo tan mala como siempre y en este ítem obtuvo el número 29 entre 32 alumnos. Un profesor dijo años después:” Era un alumnito pelirrojo, el más malo de la clase”. Era un gran lector y leía con entusiasmo lo que caía en sus manos. En 1888 ingresó al colegio secundario y como todos los Spencer- Churchill debería haber ido a Eton pero el clima al lado del Támesis iba a ser malo para sus bronquios por lo que fue inscrito en el también afamado Harrow, cerca de Londres. Allí tampoco tuvo una actuación destacada. Era insolente, peleador y desobedecía todas las reglas de la escuela. Seguía, eso si, siendo un voraz lector. Para su cumpleaños número trece pidió la Historia de la guerra civil norteamericana escrita por el general Grant y a los catorce descubrió y leyó con pasión la Historia de Inglaterra de Macaulay. Su memoria era prodigiosa y su manejo del idioma inglés insuperable. Estudiaba solo lo que le interesaba y luego de un año en Harrow, entró en una clase especial del mismo colegio que preparaba para los exámenes militares. En septiembre de 1893 ingresó a la Academia Militar de Sandhurst y en diciembre de 1894 se graduó, el octavo entre los ciento cincuenta de su promoción. Al egresar se incorporó al Regimiento de Caballería Cuarto de Húsares. En el año 1895 el Regimiento le dio cuatro meses de licencia y decidió viajar a Cuba atraído por la pelea que libraban los ejércitos españoles contra un grupo de rebeldes de la isla. Fue contratado por el periódico The Daily Graphic a quién ofreció enviar notas y comentarios. Cumplió así el sueño de participar de una guerra y sentir el peligro de las balas y por otra parte obtuvo bastante dinero con las excelentes crónicas que envió al diario. Aprovechó este viaje para visitar los Estados Unidos y fue presentado a la sociedad de Nueva York por un conocido de su madre.

Winston Churchill con su uniforme militar en 1895

A su regreso sabía que el destino con los Húsares era ahora la India. Cuando llegó a Bombay, en su apresuramiento por desembarcar sufrió un accidente y se dislocó un hombro, lo que le provocó dolores y molestias de por vida. En Bangalore dónde estaba asentado su regimiento, la principal ocupación era jugar al polo. El equipo tuvo bastantes éxitos, siendo el primer regimiento del Sur de la India en ganar la Copa Inter- Regimientos. Churchill también dedicó tiempo a leer gran cantidad de libros con temas muy variados. Sus autores, Macauly, Gibbon, La República de Platón, Wealth of de Nations, de Adam Smith, Modern Science and Modern Thougt, de Laing, entre muchos otros. En 1897 cuando estaba en Gran Bretaña con licencia se enteró de algunas sublevaciones en el noroeste de la India. Con esas ansias suyas de tener acción en la guerra, volvió a la India y como no había vacantes para pelear se lo invitó a participar como corresponsal de guerra. En septiembre de ese año fue la batalla de Malakand, zona de los pathans, musulmanes con hábitos guerreros y famosos por su ferocidad. Winston se hizo famoso por sus despachos como corresponsal y además a su regreso a Bangalore escribió el libro La Historia de la Fuerza de Tareas de Malakand . Fue tal el éxito, que hasta el Príncipe de Gales le mandó una felicitación. En 1898 el general Sir Herbert Kitchener estaba organizando una campaña para reconquistar el Sudán, y Churchill luego de muchos intentos logró que lo aceptaran. El Morning Post de Londres lo contrató como corresponsal. Allí participó en la batalla de Omdurmán en la que se produjo la última carga de caballería que precedió al uso de la ametralladora. En octubre de 1898 regresó a Inglaterra y comenzó a escribir The River War, una brillante descripción de la campaña, obra de dos volúmenes publicada en 1899. Luego de terminar este libro decidió seguir los pasos de su padre y a su vez su verdadera vocación e ingresó a la política como candidato del Partido Conservador. A pesar del entusiasmo y el empeño perdió la elección y decidió partir a la guerra de los Boer en Africa del Sur, originada por un desacuerdo entre el gobierno británico y los farmers holandeses en las repúblicas del Transval y el estado Libre de Orange. Winston a quién el peligro atraía con una fuerza irresistible partió como corresponsal del Morning Post con gastos pagados y en primera clase. Y fue ahí en Sudáfrica dónde vivió un episodio que le dio gloria y fama. El tren blindado en que viajaba junto a un regimiento británico fue atacado y el tren descarriló. Churchill, con gran valentía se hizo cargo de la situación y logró soltar la locomotora y ayudar al maquinista. Finalmente todos fueron hechos prisioneros y llevados a Pretoria. Desde allí escapó atravesando miles de peligros y arriesgando su vida a cada momento. Finalmente logró llegar a Durban donde fue recibido como un héroe. Todos los detalles de su cautiverio y sus peripecias para escapar los escribió en su libro My Early Life cuando regresó a Inglaterra en julio de 1900. Sus hazañas habían alcanzado notoriedad y los diarios comentaban en forma muy elogiosa su desempeño. Winston decidió intentar de nuevo ingresar a la política y lo consiguió. Fue elegido miembro del Parlamento el 1 de octubre de 1900 cuando faltaban unos meses para que cumpliera 26 años. En 1904 se pasó a las filas del Partido Liberal y aparentemente por su firme convicción en el libre comercio. Veinte años después volvió al Partido Conservador.

Churchill con su esposa

Su carrera política ya sea del lado liberal o conservador fue siempre en ascenso. En 1905 fue nombrado Subsecretario para las Colonias y en esta función estaba dichoso. Trabajaba frenéticamente, estaban a su cargo unos setenta países, leía todos los informes y agregaba unas notas interminables de su puño y letra, evaluando situaciones y dando su opinión. En 1908, Asquith que acababa de ser nombrado Primer Ministro le ofreció el Ministerio de Comercio. Desde allí participó sin descanso en mejorar las condiciones de los trabajadores. Acortó las horas de trabajo a los mineros, luchó contra el desempleo. En 1910 fue nombrado Ministro del Interior, convirtiéndose a la edad de 35 años en el Ministro del Interior más joven desde Sir Robert Peel en 1822. Desde allí tuvo que enfrentar serios problemas sociales. Su manejo en la huelga de los mineros de Gales le trajo muchas críticas. En 1911, fue nombrado Primer Lord del Almirantazgo. Y ejerciendo este cargo enfrentó la Primera Guerra Mundial.

Su matrimonio, su familia

Hacemos un alto en la carrera política de Winston Churchill para hablar sobre su matrimonio y su familia.
No se conocen romances intensos en la vida de Churchill hasta que conoció a Clementine, que sería la mujer de su vida. Antes de esto estaba muy entusiasmado con la actriz Ethel Barrymore a la que le propuso matrimonio pero fue rechazado. Según un biógrafo, “ se le declaró a Ethel poco después de conocerla y con la misma rapidez fue rechazado”. Pamela Plowden, otra mujer en la vida de Churchill a quién conoció en la India, dijo: ”La primera vez que se lo encuentra se notan todos sus defectos, pero el resto de tu vida lo ocupas descubriendo sus virtudes”. Una conocida economista de izquierda escribió en su diario:” Fui a cenar con Winston Churchill. Primeras impresiones, inquieto casi de un modo intolerable, egocéntrico, ostentoso, reaccionario, pero con cierto magnetismo personal”. Cuando conoció a Clementine Hozier quedó fascinado con su belleza y su encanto. En 1908 contrajeron matrimonio y a la ceremonia asistieron los personajes más connotados de la época incluido el rey que le regaló un bastón con cabo de oro. Clementine que le acompañó y lo alentó siempre, no tuvo una vida muy fácil con un personaje de esa vitalidad y de esa capacidad de trabajo pero estuvo a su lado en todas las circunstancias. Tuvieron cinco hijos, cuatro mujeres y un hombre. El hombre Randolph, le daría problemas siempre por su temperamento agresivo y su alcoholismo. Fue un matrimonio largo y feliz. Hay una anécdota que dice que una vez en una reunión de amigos se hizo un juego y se pidió a los concurrentes que en forma sucesiva contestaran la pregunta: “Si usted no fuera quién es, quién desearía ser?. Cuando llegó su turno, Winston miró a Clementina y dijo: Me gustaría ser el segundo marido de Mrs. Churchill”. Una vez Winston le escribió: ”La cosa más preciada que tengo en la vida es tu amor. Tu eres una roca y yo dependo de ti y descanso en ti…” Desde 1924 hasta el día de su muerte, Churchill vivió en Chartwell, una propiedad en Kent que adquirió por un legado y en que fue muy feliz. Cuando tenía algún tiempo libre, que eran pocos, se dedicaba a la chacra, hacía obras de albañilería y arreglaba el jardín.

Su muerte

Churchill, el León, como se le apodaba, está enterrado en el pueblo de Bladon, cerca de Oxford, a unos 100 kilómetros de Londres. Tras su muerte, la reina Isabel decretó que su cuerpo fuera velado tres días en el Palacio de Westminster y que su funeral de Estado fuera llevado a cabo en la Catedral de San Pablo. El ataúd que contenía los restos de Churchill cruzó el río Támesis la tarde del 30 de enero, y mientras lo hacía, las grúas de carga, situadas en la orilla, se inclinaban a su paso haciendo reverencia. Miles presenciaron el último camino de Churchill con un silencio absoluto, pagándole su máximo respeto. Antes del funeral del papa Juan Pablo II el de Churchill había sido el que más líderes mundiales había recibido.

“Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, una cortina de hierro ha descendido a través del continente”. Es probablemente la frase más famosa de Winston Churchill, la cual formó parte de su célebre discurso del 5 de marzo de 1946 respecto a la situación geopolítica de Europa durante la Segunda Guerra Mundial

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