Este 2012 estamos celebrando los 200 años de la edición de los “Cuentos para la Infancia y el Hogar” de los hermanos Grimm. Relatos como Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel, entre otros quedaron impresos en el papel en un momento en que el mundo extendía su capacidad editorial y lectora, con lo que esos relatos, que existían desde antes en forma oral, cruzaron fronteras y se extendieron como parte del imaginario colectivo de occidente.
Hoy estamos en un período de revaloración de la fantasía, tras largos años de olvido y pareciera ser que los Hermanos Grimm resurgen con más fuerza. Tras el éxito de taquilla alcanzado por Tim Burton en su excelente versión de Alicia en el país de las Maravillas, hoy Hollywood está estrenando dos versiones de Blancanieves, Espejito Espejito con Julia Roberts de bruja malvada y Blancanieves y el Cazador con Charlice Theron de villana. Del mismo modo se estrena una versión de Jack y las Habichuelas Mágicas y las series de Televisión de moda son Games of Throne, Grimm y Once Upon a Time. El mundo remira hacia el mundo de fantasía. Tolkien triunfó como padre de la fantasía moderna abriendo paso a un nuevo imaginario occidental que hoy se ensalza en éxitos editoriales (Harry Potter y el Juego de los Tronos, entre otros), series de televisión y superproducciones cinematográficas que arrasan con la taquilla. Pareciera ser que el mundo lleno de racionalismo necesitaba volver al mundo de las hadas, ese mundo que G.K. Chesterton llama el país del sentido común.
Hace ya 200 años los catedráticos Jacob y Willhem Grimm publicaron su recopilación de cuentos de hadas llamada “Cuentos para la Infancia y el Hogar”, como una labor de búsqueda del ethos germano, no claramente identificado para ese entonces. Alemania no existía como estado nación, sino que era una multiplicidad de principados, cada uno con su propia organización y formas. El movimiento romántico alemán surge como una respuesta al excesivo racionalismo que imperaba en Europa desde el siglo XVII. Este había dejado de lado todo aquello del mundo que no se podía medir, ni contar. Todo lo inconmensurable, por lo que las hadas y todo lo relacionado con la fantasía terminaron por pasar al olvido. Las viejas historias, contadas de generación en generación, no podía ser algo de valor, sino que cosas para niños. Los románticos alemanes, alimentados de un espíritu nacionalista, buscaban ese algo que hacía de Alemania un ente cultural unitario. Herder habló de Volkgeist, como el espíritu del ser alemán, propio de la cultura alemana, que va más allá de los principados y los convertía en una unidad. Se incitó la búsqueda por encontrar ese algo, ese ethos cultural. Muchos se sumaron a esa cruzada, entre ellos los hermanos Wilhem y Jacob Grimm. Ambos eran profesores universitarios y encantados con este movimiento buscaban pilares para afirmar la unidad alemana desde la cultura. De hecho publicaron el famoso Worterbuch, diccionario etimológico de las palabras alemanas buscando el origen de “lo germano” como cultura. Incluso Jacob en forma independiente de su hermano, en 1853 publicó una historia de la lengua alemana – Geschichte der Deutschen Sprache. Es entonces, en esa dimensión de encontrar el ser alemán, que comienzan a interesarse por los relatos populares, esas historias que habían sobrevivido de generación en generación.
El siglo XIX fue una era de cambios. Se inventa el mundo como hoy lo conocemos, se crea la modernidad. La revolución industrial cambia las escalas de producción como nunca antes se había visto. La ciencia y la técnica cambiaron las formas de vivir. La gente comienza a tener tiempo libre y crea los pasatiempos que hoy tanto valoramos. El arte, como objeto de consumo, es una realidad propia de ese siglo y no de antes. Se extiende la música, la pintura plástica, las esculturas, el teatro, se redescubre incluso a Shakespeare, quien comienza a representarse en forma habitual. Este mundo es el que crea la instrucción primaria obligatoria,, con la meta impulsiva aún racionalista, de que lo único que importa son las matemáticas y el lenguaje. Ese mundo moderno estaba forjado por la mentalidad racionalista industrial de producción en línea, que inventará una estructura de línea de producción educativa, los colegios, como hoy los entendemos. Estos relatos recogidos por los hermanos Grimm, que habían sido recopilados con un fin cultural de pertenencia, fueron vistos por los pedagogos con otros ojos. Wilhem y Jacob escribieron estos para un público adulto. De hecho no tenían ilustraciones y la narrativa tenía una crudeza superior. Pero la necesidad de los nuevos colegios de material de lectura para niños hizo que fuesen simplificados, suavizados para poder ser adaptados y usados como material desde la más temprana infancia. Esta obsesión compulsiva, por leer cada vez más temprano, llevó a sobre simplificar y diluir, hasta lo insípido, aquellos relatos recopilados por Wilhem y Jacob con un sentido cultural y de preservación. El problema es que esas historias sobre simplificadas aburrieron a todos, incluso a los niños y fueron relegadas con el tiempo al preescolar. Ya nadie los quiso, y como dice Tolkien, en su maravilloso ensayo, On Fairy Tales “cuando las cosas nadie las quiere terminan en la pieza de los niños”. Esto es lo que sucedió con los cuentos de hadas. Los cuentos no son para niños o al menos no exclusivamente para niños. Tolkien dice que los cuentos nos entregan consuelo, imaginación, y escape, cosas que necesitan mucho más los adultos que los niños. Muchos piensan que a los niños les gusta mucho más lo mágico que a los adultos, cosa que no es cierta. De hecho, no a todos los niños les gusta lo fantástico y a los que les gusta, les gusta tanto como muchas otras cosas. Porque a los niños les pueden gustar muchas cosas al mismo tiempo con la misma intensidad. Por otra parte, si el relato es bueno a muchos adultos les gusta y fascina. Cuando la pluma es buena el encanto siempre se produce y si este no llega, ha fallado el autor. Hoy con la nueva mirada a la fantasía y tal vez por el realismo exhibido por las producciones fílmicas, las versiones originales en toda su crudeza y realismo han resurgido. La fantasía y la crudeza encanta a los adultos, basta ver el éxito de Games of Thrones, que se levanta y triunfa como literatura fantástica para adultos. En relación a los niños, aún existen voces ignorantes que creen que los cuentos no son relatos aptos para niños por su dramatismo y crudeza. Se escandalizan por que aparecen madres malas (acaso no hay malas madres en este mundo) y porque los montruos pueden producir temores en los niños (no es acaso temible el mal). Es curioso que esos padres y profesores se preocupan por lo que leen los niños, pero no tienen un real control sobre los que ven en televisión o en los videojuegos , que suele ser mucho más duro que cualquier relato de los hermanos Grimm. Por último, hay que dejar de ser soberbios. Los cuentos educaron a generaciones enteras por muy largos años antes de ser escritos y tras el trabajo de los hermanos Grimm, continuaron con esa labor educativa. Por tanto, quienes somos nosotros hoy para dejarlos de lado y calificarlos de no aptos, por corrientes pedagógicas de moda. ¿No es nuestro deber recuperarlos? No tenemos que olvidar que lo que nosotros entendemos en una historia, no es lo mismo que entiende un niño. Dependiendo la edad, entienden diferente, por lo que no caigamos en la tentación de la simplificación para hacerlos aptos. Nuestros niños viven en la etapa más llena de estímulos jamás nunca vista y los cuentos diluidos aburren hasta al niño más pequeño. Hay muchos autores que relatan la labor educativa de los cuentos como una fuente de aprender a enfrentar en forma más apta la realidad. Atrevámonos a remirar los relatos que merecieron sobrevivir en la tradición oral y que dos valientes y apasionados alemanes recogieron en forma escrita para la posteridad.
Wilhelm y Jacob Grimm nacieron en la ciudad alemana de Hanau en 1786 y 1786 respectivamente. Son los hermanos mayores de una familia de nueve hijos. Sus padres eran Phillip Wilhem Grimm, jurista de profesión y Dorotea Zimmer, hija de un miembro del consejo de la ciudad de Kassel. Crecieron en el campo y recibieron las primeras instrucciones de tutores privados calvinistas y luego se integraron a las escuelas locales de la zona. Tras la muerte temprana del padre en 1796 de neumonia y haber perdido a dos hermanos antes de los cinco años (cosa muy común en el siglo XIX) tienen severos problemas económicos, por lo que se trasladan a la ciudad de Kassel, lugar natal de su madre, donde completarán la educación secundaria en el prestigioso Friedrichsgymnasium. La familia deberá presindir de la servidumbre y dependerán del apoyo económico de unas tías. El mismo hecho de la ausencia del padre hará que los hermanos se unan cada vez más a pesar de ser muy distintos. Jacob era tímido y Wilhem, todo lo contrario. Jacob comienza a estudiar derecho en la universidad de Marburg en 1802 y Wilhem le sigue en la misma disciplina en 1803.Allí inspirados en un profesor de derecho, Friedrich von Savigny, quien estaba muy interesado en los estudios filológicos, comienzan a estudiar Literatura Germano medieval. El les incita a los jóvenes Grimm el espíritu de la idea de uniónde los 200 principados alemanes en una nación. Es este profesor quien les presenta a los románticos Clemens Bretano y Achim von Arnmin, quienes estaban influenciados por la visión de Johann Gottfried Herder, quien deseaba fervientemente el regreso de la poesía natural a través de la Volkpoesie. Es por lo anterior que Bretano y Arnmin estaban recopilando poesía popular alemana y estaban interesados en las historias populares de ese país, empeñados en definir el ser alemán desde su cultura y su producción imaginaria. Por esta influencia, y a petición expresa de Bretano en 1806 ambos hermanos se embarcan en esta caza de historias tradicionales. Para ese entonces, no entendían muy bien el valor de esta búsqueda y su potencial significado. Se dedican a recorrer los pueblos y buscar gente que conociera relatos antiguos. Pasan largas veladas sentados escuchando y tomando nota de fascinantes historias. Estaban totalmente sumidos en esta pasión, cuando en 1808 muere su madre, y debido a la pobreza extrema, Jacob decide buscar trabajo para poder mantener a sus, ahora huérfanos, hermanos menores. Consigue un puesto de bibliotecario en Kassel, lo que lo sumerge en un mundo pleno de libros, lo que complementa su conocimiento vivencial en el proceso de recopilación de historias con un acceso académico que le dará cada vez más solvencia. Otro de los hermanos, Ludwig entra a estudiar en la escuela de artes. Al poco tiempo Wilhem también lo sigue en esta labor, pero complicaciones de salud le obligan a reiterados retiros en busca de mejor clima. Pero a pesar de todo, continúan buscando historias y para 1812 publican un tomo de los llamado Kinder- und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el Hogar) con 86 cuentos populares. Para 1814 publican el segundo volumen con 70 nuevas historias. Su interés por conocer el ethos germano los llevó a los orígenes de esta cultura a las tradiciones paganas pre cristianas. Así trabajando las antiguas Eddas – poética y prosaica (base de la mitología germana) de Snorri Sturlson publicaron en 1815 Lieder der alten Edda (los cantos de la antigua Edda), a través de los cuales retraían las antiguas historias mitológicas germanas a un mundo moderno decimonónico. Este interés por la mitología germana continuará y posteriormente Wilhem escribirá un tratado sobre las runas germanas – Uber deutsche Runen en 1821 y un compendio sobre las leyendas heroicas germanas Die deutsche Heldensage en 1829. Por su parte, también Jacob en forma independiente, en la década del ’40 publicará dos volúmenes sobre el tema en su– Deutsche Mythologie. Ambos encontrarán en los relatos iniciales de la cultura germana ese ser propio original que se expresaba y mantenía en el Volkgeist.
Del mismo modo entre 1816 y 1818 publican una serie de leyendas alemanas – Deutsche Sagen donde recopilan 585 historias, lo que les valió a mabos hermanos en 1819 el grado de doctores honoris causa de la Universidad de Marburg. Su labor académica como folkloristas, lingüistas y estudiosos del mundo medieval continuó en esa casa de estudios por un tiempo. En 1825 Wilhem se casa con Henriette Dorothea (Dortchen) Wild, quien había ayudado con muchas historias en la búsqueda por preservar las tradiciones. Tras este matrimonio ambos hermanos se trasladan a Gottingen como profesores universitarios y bibliotecarios, donde se unirán a un movimiento político contra el Príncipe de Hannover, lo que causó el despido de ellos y otros cinco profesores de la casa de estudios (Die Göttinger Sieben). De este modo en la década de 1840, los Grimm continuaros con sus actividades académicas y políticas en la ciudad de Berlin, integrándose a fines de esa década a la universidad de esa ciudad. Tras la revolución de 1848 en los estados alemanes, los hermanos fueron electos en el parlamento y Jacob pasa a ser un miembro connotado de la Asamblea Nacional de Maiz. Wilhem morirá en 1859 a los 73 años y Jacob en 1863 a los 78 años.
Los Cuentos para la Infancia y el Hogar fueron editados siete veces en vida de los hermanos Grimm. La última edición supervisada por ellos fue en 1857. Las primeras ediciones tuvieron ventas muy bajas en Alemania, sólo algunos cientos de copias. Ellos insistían que las historias eran para adultos y no querían agregar ilustraciones a las historias. Preferían agregar notas eruditas explicativas que contextualizaran los relatos al ethos alemán, ellos se auto consideraban Folkloristas patrióticos. En 1825 publicaron una recopilación de algunas de las historias a la que llamaron Eine Kleine Ausgabe, con sólo 50 relatos donde incorporaron ilustraciones de un tercer hermano Grimm, Ludwig. Se trataba de una edición condensada pensada para un público infantil. De esta Pequeña Edición se publicarían 10 ediciones en vida de los hermanos Grimm. Comenzaron a ser usados en los colegios y traducidos a diversos idiomas. Fue desde Norte América desde donde vinieron críticas a la rudeza de las historias, por lo que comenzaron a ser temperadas.
Los hermanos Grimm no fueron los primeros en recopilar cuentos. Charles Perrault en Francia había hecho la recopilación de los cuentos de la Madre Oca casi un siglo antes y en el mundo alemán Johann Kart August Musaus había publicado una colección en la década de 1780. Pero los hermanos Grimm tenían un sentido diferente, nacionalista y reaccionario a la Revolución Industrial. Buscaban salvar las historias populares en un mundo que las iba a olvidar. Trabajan con la oralidad, las versiones locales de historias que en otras regiones se cuentan diferentes. Esto explica que historias como Cenicienta, que está en la recopilación de Perrault sea diferente en la versión de los Grimm. Lo mismo sucede con la historia de Caperucita Roja u otros famosos cuentos.
Para fines del siglo XIX el auge editorial hizo que las historias recopiladas por los hermanos Grimm cruzaran las fronteras y que se traducieran a varios idiomas. Fue en Inglaterra donde grandes editores tomaron las historias y las llevaron a un público masivo. Fueron editadas innumerables veces e ilustradas en forma magistral por grandes ilustradores ingleses de este período , como Arthur Rackham, Walter Crane, Henry Justice Ford, George Crukshank, Ane Anderson, Charles Folkard, entre otros. Andrew Lang, poeta, novelista y crítico literario escocés, se dedicó como editor a recopilar lo recopilado y lanzó al mercado sus ediciones de cuentos de hadas de colores, Blue Fairy Tales (1889), Red Fairy Tales (1890), Green Fairy Tale (1892), Yellow Fairy Tale (1894), Pink Fairy Tales ( 1897), Grey Fairy Tales ( 1900), Violet Fairy Tales ( 1901), Crimson Fairy Tales (1903), Brown Fairy Tales (1904), Orange Fairy Tales (1904), Olive Fairy Tales ( 1907) y Brown Fairy Tales (1910). Estas ediciones popularizaron aún más las historias en ediciones béllamente empastadas e ilustradas. Del mismo modo sacó series de leyendas entre las que estaban The Book of Romance , que recontó para la sociedad Victoriana tardía la Leyenda artúrica y las historias de la Matiere de Bretagne. Estas historias eran material deseado para los niños, los colegios los necesitaban y el mercado infantil demandaba cada vez meas historias. Las Ilustracioness pasaron a ser algo tan importante como la historia, con lo que se generó a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX un grupo connotado de grandes ilustradores que plasmaron en el papel el imaginario colectivo.
Esta corriente que tomó el trabajo de los Hermanos Grimm permitió que otros cuentistas como Hans Christian Andersen fuesen éxito seguro. Andersen a diferencia de los hermanos Grimm escribía directamente para niños con historias de su propia inventiva a la usanza de las historias populares. El distaba mucho de ser un académico, sino simplemente un gran creativo. No tuvo educación formal, porque no aprovechó las oportunidades que se le presentaron en su vida. Pero fue un gran observador y viajante, con una imaginación que le permitió crear historias y personajes tan entrañables como aquellos que habían sobrevivido en la memoria del pueblo. Tras el éxito de Andersen surgieron otros cuentistas que hicieron del género algo importante. Está el caso de la inglesa Beatriz Potter, quien creó e ilustró sus historias y fue tal su éxito editorial, que con su fortuna compró gran parte del distrito de los lagos ingleses.
Hoy los cuentos siguen estando vigentes, y vienen de vuelta con más fuerza , dado el interés por la fantasía. Generalmente a las ediciones de los cuentos para la Infancia y el Hogar se los llama” Cuentos de Grimm”. Están traducidos a meas de 160 idiomas y hay actualmente en el mercado más de 120 ediciones distintas.