El más famoso escritor de la historia, ¿un católico? La sola sugerencia basta para crear escándalo. ¿Cómo es posible que el poeta de Avon, alabado por homófilos, feministas, relativistas y ateístas, como parte de su patrimonio, fuera un católico conservador? Resulta impensable. ¡Pero, en este caso, lo impensable es realidad!
El tiempo develará lo que astutos planes esconden…(Time shall unfold what plighted cunning hides…) – Cordelia (King Lear, I,1.282)
El más famoso escritor de la historia, ¿un católico? La sola sugerencia basta para crear escándalo. ¿Cómo es posible que el poeta de Avon, alabado por homófilos, feministas, relativistas y ateístas, como parte de su patrimonio, fuera un católicoconservador? Resulta impensable. ¡Pero, en este caso, lo impensable es realidad!
Diversos autores, en distintas épocas, han propuesto que Shakespeare era católico. G.K. Chesterton, por ejemplo, pensaba que la evidencia apuntaba a esta conclusión, aduciendo a que el “sentido común convergente” que llevara a pensar en que el poeta fuera un católico estaba “apoyado por algunos hechos externos y políticos de nuestro conocimiento”Se desprende de esta declaración que Chesterton, estaba al tanto de la considerable evidencia textual e histórica, acumulada por el erudito shakesperiano del siglo XIX, Richard Simpson, que apoya la tesis del catolicismo de Shakespeare.
Sin embargo, Simpson no fue el primer erudito en concluir que había suficiente evidencia para aseverar que Shakespeare habría sido católico. En 1808, el escritor francés, Francois René de Chateaubriand, ya declaraba que “de tener alguna religión, la de Shakespeare era la católica. El mismo Thomas Carlyle escribió en su momento que “la era Isabelina, con Shakespeare incluido, es el resultado del florecimiento de todo lo que la precediera, es decir, que en sí es atribuible al catolicismo de la Edad Media”. Carlyle, gran contemporáneo de John Henry Newman, era todavía más enfático respecto de esta dimensión católica, agregando que Shakespeare “tiene tan poco de protestante en él, que los católicos han podido,sin extravagancia, proclamarlo como uno de los suyos”. A su vez, Hillaire Belloc, haciendo eco de Newman, insistía en que “las obras de Shakespeare habían sido escritas por un hombre con los hábitos mentales indudables de un católico”.
Estos grandes escritores de la era victoriana y eduardiana, habrían percibido el catolicismo de Shakespeare en la visión moral que emerge de sus obras. Al contrario, “eruditos” modernos, ciegos a esta dimensión moral de las obras de Shakespeare, las han malinterpretado en forma habitual. En vez de ver la evidencia de la tradición moral cristiana, ven las obras como un reflejo de sus propios prejuicios fundamentalistas seculares. Por eso, hay que re-descubrir al verdadero Shakespeare y las creencias que el sostenía para, de una vez, exponer el abuso literario que se ha hecho de sus obras. Afortunadamente, un cuerpo sólido de erudición histórica reciente ha contribuido de forma significativa a considerar “los hechos externos y políticos”, conocidos por Chesterton y sus contemporáneos. Así, las aseveraciones de Carol Curt Enos en su reciente libro “Shakespeare and the Catholic Religión” (“Shakespeare y la religión católica”) contienen una confianza adicional a la de Chesterton en el énfasis de que “cuando las muchas piezas existentes del rompecabezas de la vida de Shakespeare se ensamblan, es muy difícil no ver su catolicismo”. Cada pieza, pacientemente ubicada en su lugar, nos revela una imagen objetivamente verificable del autor de estas magnas obras, y ese hombre emerge como un católico creyente, en una época en que los católicos eran ferozmente perseguidos por su fe.
Examinemos la evidencia:
La investigación sobre la vida de Shakespeare comienza con la evidencia innegable del catolicismo desafiante de su familia. Mucha de la erudición histórica en los años recientes se ha centrado en el legado espiritual de John Shakespeare, el padre del poeta, que claramente demuestra su buena fe católica y manifiesta su intenso deseo de morir como católico, en buena fe y en conciencia. El ítem IV es de especial interés: en él enuncia su deseo de recibir los últimos sacramentos de la iglesia, con la esperanza que este deseo fuera suficiente en caso de que no hubiera un sacerdote disponible para ejecutarlos en el momento de su muerte. Hay que recordar que en tiempos de John Shakespeare, de amplia persecución anticatólica, el proteger o refugiar a un sacerdote era penado con la muerte; por eso, era más que probable que no hubiera un sacerdote disponible para los católicos agonizantes. Es en este contexto oscuro de persecución, con nubes de incertidumbre pendiendo sobre los católicos, que debería ser interpretado el desafiante deseo de John Shakespeare de tener la extremaunción.
Otros párrafos en el testamento de John Shakespeare, lamentan y expresan remordimiento por “cualquier murmuración en contra de Dios o la fe católica” y ofrece “gracias infinitas” a Dios por los beneficios recibidos, incluyendo “el sagrado conocimiento de ÉL y la verdadera fe católica”. La evidencia que John Shakespeare permaneció como católico desafiante, en medio de la amplia persecución anticatólica del estado isabelino, ha obligado a los eruditos modernos a aceptar que William Shakespeare fue criado como un católico creyente. Esto además es respaldado por el hecho de que John Shakespeare tuvo problemas con la ley debido a su compromiso irrestricto con la resistencia católica: en 1592 fue multado por su falta de sumisión, al negarse a asistir a los servicios anglicanos. Hay que agregar que la madre de Shakespeare, era miembro de una de las familias católicas más desafiantes en toda Inglaterra, la familia Arden.
Shakespeare, ¿un católico en Londres?:
Si este mar de evidencia ha obligado a la mayoría de los eruditos a aceptar que Shakespeare fue criado y educado en una familia católica, hay algunos que insisten que Shakespeare habría perdido su fe después de ir en busca de fortuna a Londres. Esto es altamente conveniente para los eruditos seculares, ya que les permite ver cualquier influencia católica en las obras como un rezago de la fe de niño que el poeta habría rechazado más tarde. Desafortunadamente para estos eruditos, los hechos de la vida de Shakespeare sugieren que él se mantuvo fiel a sus creencias católicas durantes sus años en Londres y que este apego a la fe habría influenciado sus obras. De nuevo, examinemos la evidencia.
Antes de llegar a Londres, Shakespeare habría sido profesor en un hogar profundamente católico en Lancashire, y hay evidencia también de que tuvo que escapar de Stratford para evitar ser arrestado por Sir Thomas Lucy, un notorio perseguidor de los católicos. Una vez en Londres, su benefactor, el Earl of Southampton, era un devoto católico, cuyo confesor era el jesuita San Robert Southwell. Existe vasta evidencia documental que demuestra que Shakespeare y Southwell eran amigos desde antes que este último fuera arrestado en 1592. Southwell fue repetidamente torturado durante su prisión en la torre de Londres, ahorcado y cuarteado en Tyburn en 1595; más tarde fue canonizado como uno de los Cuarenta Mártires de Inglaterra y Gales. Además, Shakespeare conoció a otro mártir jesuita, San Edmund Campion, y es probable que también conociera al martirizado sacerdote Robert Dibdale, quien fue más tarde beatificado por la iglesia como mártir.
Si Shakespeare tenía amigos sacerdotes, sabemos también que tenía enemigos entre quienes perseguían a los católicos. Registros de las cortes demuestran que Shakespeare estuvo involucrado en una disputa legal con William Gardiner. Éste era un Juez de Paz de un carácter particularmente deshonroso, quien “habría cometido fraude en contra de la familia de su esposa, en contra de su yerno y de su hijastro; que además persiguiera a sus vecinos y explotara a sus arrendatarios”. Gardiner y su igualmente deshonroso hijastro, William Wayte (“un cierto tipo suelto sin valores ni responsabilidad, enteramente a merced de las órdenes de Gardiner”), interpuso un recurso de protección, buscando una orden que garantizara la paz y seguridad. Esta orden nombraba a William Shakespeare, Francis Langley, Dorothy Soer, esposa de John Soer y de Ann Lee, y pedía protección por temor a ser asesinado por estas personas y otras cosas por el estilo. Si bien es cierto que algunas fuentes hablan de que Shakespeare fue demandado por asaltar físicamente a William Wayte, esto es poco probable. Que se sepa, Shakespeare no tenía un carácter violento, y el que dos de los acusados fueran mujeres casadas, sugiere que cualquier “violencia” aplicada en contra de Wayte habría sido efectuada con la lengua o la pluma, pero no con otra parte de la anatomía humana o implemento cualquiera. Sea como fuere, este curioso caso legal nos entrega una visión clara de la clase de personas a quienes Shakespeare consideraba amigos y enemigos en 1596.
Es interesante, por ejemplo, que Ann Lee fuera la esposa del insumiso y rebelde Roger Lee, en cuya casa muchos sacerdotes proscritos encontraron refugio; y que una denuncia hubiera sido hecha en contra de la misma Ann por asistir a misa, y por haber ayudado al jesuita John Gerard a esconderse de las autoridades. Más curioso aún es el temperamento de su enemigo, William Gardiner. A este se le habría acusado por sus contemporáneos de ser “poco cristiano”, irreligioso”, “pagano”, e “impío”; y hombre de “opiniones extrañas”. Algunos lo consideraban un ateo, mientras que otros creían que era brujo o alquimista. En un pleito legal en 1588, se le acusaba de “magia, brujería….y de tener opiniones irreligiosas”. Así y todo, Gardiner podía estar seguro de que nunca sería acusado de ser católico. Aunque fuera puritano, ateo o brujo, todo el mundo sabía que no era “papista”, sobre todo porque tenía reputación de persecutor de la comunidad católica de Londres, a la que pertenecía Shakespeare.
El virulento anti catolicismo de Gardiner se ha manifestado para la posteridad en un informe que le envió al consejo privado de Isabel en enero de 1585, en el que documentaba un allanamiento a una morada católica de Londres. Allí, Gardiner manifiesta vehemente su “anti papismo”, y entrega una visión bastante completa de quien Shakespeare considerara un enemigo. Shakespeare se vengaría tanto de Gardiner como de Wayte al insertarlos en “The Merry Wives of Windsor” (Las felices doncellas de Windsor), y en la segunda parte de “Henry IV”(Enrique IV) como los personajes del juez Shallow y de Slender, respectivamente. Ambas obras fueron estrenadas en 1597, por lo que es probable que el Juez Gardiner, quien murió en Noviembre de ese mismo año, hubiera alcanzado a enterarse de la “dramatización” de la venganza de Shakespeare.
En los estertores del reino de Isabel, Shakespeare se vio envuelto en una obra controversial acerca de Tomás Moro, quien más de sesenta años antes había sido martirizado por su fe católica bajo las órdenes del padre de la reina, Enrique VIII. No es sorprendente que la obra fuera suspendida por Sir Edmund Tilney, jefe de los Calaveras y el censurador oficial de Isabel. A décadas de su muerte, Tomás Moro aún era una “papa caliente” que no sólo tocaba el nervio de Isabel —cuyo padre tenía la sangre del mártir en sus manos—, sino también de todo el reino. Moro había sido ejecutado por el monarca por negarse a comprometer su conciencia católica en el altar maquiavélico de la “realpolitik”, convirtiéndose así en modelo para Campion, Walpole, Southwell y muchos otros que sufrieron una suerte semejante durante el reino de Isabel. Por ende, cualquier retrato positivo de Tomás Moro, se veía como una condena peligrosa de los gobernantes del momento.
La obra había sido escrita por Anthony Munday, pero Shakespeare se habría involucrado personalmente en su proceso de producción y revisión. El manuscrito original aún existe, y contiene correcciones al original de Munday que se cree fueron hechas por Shakespeare. Al parecer Shakespeare habría tratado de enmendar el trabajo para lograr su paso por la censura. Estas enmiendas claramente ilustran la simpatía de Shakespeare por Moro, y su convicción de que habían lecciones que sacar para su época de su santo ejemplo.
Evidencia adicional de la admiración del poeta por Moro es discernible en el Soneto 23, en el que utiliza el mismo juego de vocablos con el nombre de Moro que usó en sus correcciones a la obra de Munday. Si la palabra “more” (“más”) aparece en la duodécima línea del soneto con mayúscula (“More than that love which More hath more expressed”), el soneto es transfigurado en un homenaje al santo: Shakespeare contrasta su propio imperfecto (unperfect) amor, debilitado por el miedo y la ira, con el amor santo “que [M]ore había expresado” (“[M]ore hath more expressed”). También aparece una alusión sublime a la misa como “la perfect ceremonia del derecho al amor” (“the perfect ceremony of love ́s right”), reforzado por el juego de vocablos de “right (derecho) / rite (rito)”; así, ilustraba un profundo entendimiento teológico de la misa como la “ceremonia perfecta” y “el rito del amor” (love ́s rite”). Abriendo aún más este seductor soneto, vemos que el poeta lamenta de no estar presente en esta “perfecta ceremonia” tan a menudo como quisiera, “por temor (falta) de confianza”, quizás como referencia a los espías que acudían a estas misas secretas para reportar los nombres de los “papistas” y entregar a los sacerdotes a las autoridades. Sin tener el heroico amor de auto sacrificio, que podía llevar a la muerte —como en el caso de Tomás Moro—, el poeta desea que “sus libros” sean “su elocuencia”, los “mudos presagios de su elocuente pecho”. Las últimas dos líneas son sin duda dirigidas a sí mismo y al lector, rogándole a este último que “aprenda a leer” en sus obras lo que el amor del poeta, silenciado por el miedo, no se atreve a decir abiertamente. Dado que los lectores no oirán al poeta hablar, deben ver lo que quiere decir en sus obras, oyendo con sus ojos y usando su propia “inteligencia refinada de amor” para discernir su significado más profundo.
“O, aprended a leer lo que el silencioso amor ha escrito, Oir con los ojos es parte de la inteligencia más refinada del amor” (“O learn to read what silent love hath writ To hear with eyes belongs to love ́s finest wit”)
Recordando la devoción de Shakespeare por Moro, no es sorprendente que le convencieran de participar en el esfuerzo para que la obra de Munday pasara la censura. Finalmente, la censura indicó al margen del texto,:“montar esta obra a riesgo propio”. Pero a pesar de los esfuerzos de Shakespeare, Tilney se negó a levantar la censura y prohibió su presentación. Tuvieron que pasar cuatrocientos años para que, en el reino de otra Isabel, “Thomas More “ de Munday debutara. Cuando, en el verano del 2004, la compañía Royal Shakespeare montó la obra en el New Globe Theatre, Shakespeare y Moro finalmente fueron reunificados en el arte, del mismo modo que lo habían estado en sus creencias. El poeta, de cuya obra Ben Jonson dijera que “no es de una época sino para todos los tiempos”, había podido al fin rendir homenaje al santo, quien, según el título de la memorable obra de Robert Bolt, fue “un hombre para todos los tiempos”.
Una de las piezas de evidencia más convincentes del catolicismo de Shakespeare está en la compra de Blackfriars Gatehouse, en Marzo de 1613. Esta casa era un “reconocido centro de actividades católicas”, con “puertas diversas y salidas de escape escondidas, cámaras secretas y recovecos” y “tenía una historia de sospechas y de allanamientos en busca de “Papistas””. En 1598, sobre la base de una denuncia de que Gatehouse era una colmena de actividades de insumisos, con “muchos escondites y pasajes secretos” y “salidas secretas al río” (Thames) por las que los sacerdotes podían escaparse, la casa fue allanada por las autoridades. John Fortescue —el propietario católico de la casa—, estaba ausente, pero su esposa e hijas fueron interrogadas. Ellas admitieron que eran insumisas, pero negaron que hubieran escondido a sacerdotes en la casa. En 1605. El jesuita John Gerard, el hombre más buscado de Inglaterra, se presentó desesperado en la casa, portando una peluca, barba postiza y un disfraz. Pedía refugio ya que no sabía donde esconderse.
Poco se sabe de la historia de Gatehouse entre el periodo en que los Fortescue optaran por el exilio y la compra de la casa por parte de Shakespeare, pero en 1610 se comentaba en Nápoles que la casa era la base de un complot de los jesuitas para “enviar al rey un par de medias bordadas, envenenadas, que causaran la muerte a quien las portaran”(xii). Aún cuando tales elucubraciones pueden ser ignoradas como febriles imágenes de exiliados amargados o trampas de espías anti católicos, el hecho es que Shakespeare había decidido comprar esta propiedad londinense, teñida con actividades católicas. Es, por decir lo menos curioso, pero no termina de dilucidar el rompecabezas.
Shakespeare decidió alquilar Gatehouse a John Robinson, un católico activo, cuyo hermano había ingresado al Colegio Inglés (English College) en Roma para prepararse al sacerdocio. Es obvio que Shakespeare sabía que al alquilar Gatehouse a John Robinson, la dejaba en manos de un insumiso católico. Por ende, como conjeturara Ian Wilson en Shakespeare: La Evidencia, Robinson “no era tanto el arrendatario de Shakespeare, sino su representante y guardián de uno de los mejores lugares de Londres para refugiar sacerdotes católicos”. Más aún, John Robinson no era sólo un arrendatario sino también un valioso amigo. Robinson visitó Stratford durante el retiro del poeta y fue, aparentemente, el único de los amigos londinenses del poeta que estuviera presente durante sus últimos días, firmando como testigo en su testamento.
Se necesita más prueba de que Shakespeare había comprado Gatehouse sabiendo que sería usado como refugio para sacerdotes católicos. Esto es algo que el post scriptum podría clarificar de una vez por todas. El 23 de Octubre de 1623 una congregación clandestina de católicos se reunió en una buhardilla secreta “en los altos de Gatehouse”, para, supuestamente, celebrar la misa dominical. De pronto, una viga del piso cedió por el peso de los ocupantes, muriendo en este evento más de noventa personas. Fue este desastre el que hizo que las autoridades descubrieron esta “iglesia” secreta, que posiblemente había sido usada como tal durante años. Si bien Shakespeare había fallecido seis años antes de esta tragedia, el evento sirve para armar el rompecabezas sobre una base de sentido común y probabilidades.. El hecho de que John Robinson continuará alquilando la propiedad después de la muerte de Shakespeare sugiere que la propiedad había sido utilizada para actividades católicas clandestinas, incluyendo la celebración de la misa en los años en que Shakesperae fuera el dueño. Esto es reforzado por el hecho de que después de su muerte Gatehouse continuaba siendo usada para celebrar la misa.
Shakespeare murió el día de San Jorge en 1616, dejando la mayor parte de su herencia a su hija Susana, a quien se considera como católica insumisa diez años antes. El resto de su herencia tenía como beneficiarios a varios católicos insumisos. Queda claro por lo tanto como lamentará el presbítero anglicano Richard Davies a fines de 1600 que “muriera como un papista”. Resulta abundantemente claro también que Shakespéare vivió como “papista”, un hecho que los ingleses trataron por mucho tiempo de esconder y que críticos literarios modernos tratan de negar hoy. La noticia de que el vate de Avon fuera un comprometido miembro de la iglesia de Roma es chocante para aquellos que falazmente han erigido su reputación sobre una lectura equívoca de sus obras. Es de esperar que no se recuperen de ese choque. Es sin embargo, una profunda alegría para los católicos de saber que William Shakespeare está del lado de los ángeles.