Octubre 1878. El gobierno del Presidente Aníbal Pinto enfrenta una seria crisis económica por causas externas y otras internas proveniente de administraciones anteriores; se deben incrementar los tributos y reducir gastos que incluyen a las fuerzas navales, justo cuando la situación vecinal con Argentina y Bolivia se agudiza, por la confrontación de intereses nacionales superiores.
Cancillería demanda de manera urgente a la Comandancia General de Marina la designación de un oficial para desarrollar una delicada misión en Montevideo. Así aparece la figura del Capitán de Fragata, Arturo Prat, quien cumple con especial acierto y rigurosidad la tarea encomendada. La crisis con Argentina se mitiga y deriva, a fines del año, a un acuerdo entre cancilleres (Tratado Fierro-Sarratea) que aleja, por el momento la adhesión de este país a la Alianza Defensiva secreta, vigente entre Perú y Bolivia.
Antofagasta 1879. Mayoritariamente habitada por chilenos que trabajaban en la industria del salitre, la imposición de nuevos tributos, que invalidaba el Tratado de 1874 con Bolivia, determinaron que, el 14 de Febrero, tropas de mar y tierra de Chile ocuparan la ciudad para defensa de los pobladores e intereses nacionales.
Arturo Prat arriba ese mismo día de regreso a Chile, da cuenta de su misión y es designado como secretario personal del Ministro de la Guerra Dn Rafael Sotomayor, con quien viaja al Norte, dejando atrás a su esposa con dos hijos enfermos, situación de pesar que se sumaba al hecho de no haber sido considerado con algún mando por el zarpe anticipado de los buques de la Escuadra. Sus competencias de marino y abogado, pese a tener vasta experiencia embarcado, le complicaban su agenda profesional y personal asumiendo siempre con generosidad las imposiciones del deber. Sotomayor lo requería, como interlocutor válido con el Almirante Williams, al mando de la Escuadra, para resolver los cursos de acción estratégicos y decidir entre dirigirse a Callao o establecer un bloqueo naval en Iquique, alternativa esta última, optada por el Almirante, consciente de las debilidades de sus buques para enfrentarse a fuerzas superiores en un puerto tan bien fortificado.
Estas disputas superiores favorecieron el destino de embarco esperado por Prat, asumiendo el mando de la Covadonga y, posteriormente el de la Esmeralda, cuando el Almte Williams acepta el cambio de planes para dirigirse a Callao, dejándolo a cargo del bloqueo de Iquique, considerando que ambos buques a su mando, eran los de menor potencial para continuar al Norte y enfrentar a los blindados peruanos. Nuevamente sus intereses personales se ven postergados por una causa superior.
Pero es así como se conforma el entorno que llevaría a Prat y a su dotación a la inmortalidad. Providencial resultó también que la primera confrontación de significación, acaecida inesperadamente en Iquique y Punta Gruesa, determinara resultados materiales de mayor equilibrio de fuerzas para Chile, y lo más relevante, un impacto emocional que tuvo el sacrificio sublime de unos pocos chilenos, encendiendo con ello, el compromiso de todo un pueblo para enfrentar una causa desconocida hasta ese entonces.
Su comandante fue un hombre ejemplar, fraguado en un camino de esfuerzo y superación permanente gracias a sus nobles principios y valores cristianos, entregando todas sus capacidades y amores en beneficio de Chile, de su Armada, de su familia y de todo prójimo que la vida le interpuso; su dotación integrada por sencillos marinos, algunos de formación profesional básica, inducidos por la estatura de su conductor, reaccionaron a la arenga y lucharon hasta morir y hundirse con su bandera al tope.
Cuando han transcurrido 141 años de la gesta naval que nos convoca, Chile suma a las tradicionales complejidades de gestión integral de todo gobierno, la presencia de una pandemia viral de carácter universal con efectos impredecibles para la salud y sustentabilidad económica de todos sus habitantes. Para superar un desafío de esta magnitud, tal como ayer, resulta imperativo contar con el esfuerzo de todos los chilenos.
Hoy al igual que Prat y su dotación inmortal, emergen chilenos de gran responsabilidad y nobles sentimientos, que están entregando todos sus esfuerzos, también con riesgos de sus vidas, para ayudar a los enfermos y connacionales más necesitados. Si logramos que el ejemplo de nuestras glorias de antaño y la de los héroes ciudadanos de hoy, hagan reflexionar los corazones de toda nuestra sociedad, podremos tener la esperanza de unirnos frente a las grandes amenazas presentes, dejando atrás todo tipo de mezquindades individuales o colectivas que nos embargan profusamente. No hay otra alternativa.