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¿Es posible filosofar en nuestros tiempos?

Por primera vez la Red Cultural llamó a Concurso a los alumnos de Humanidades de la Universidad Gabriela Mistral para escribir un artículo para nuestra revista. A continuación le presentamos a la ganadora de este concurso, Carmen Gloria Vallejos, alumna de Licenciatura en Ciencia Política y Periodismo.

Lejos están los filósofos modernos, lejos están quienes los anteceden, lejos también se encuentran los que comenzaron la reflexión filosófica, los que aceptaron conducir la mente de los hombres por los espacios más elevados. Es que en nuestros tiempos la razón humana ha caído progresivamente en el olvido, por eso mismo resulta tan difícil que la disciplina filosófica vuelva a considerarse elemental. Hoy, nos han convencido que el objeto de la filosofía no existe. Qué no hay espacio para los filósofos, que no merece la pena llegar a la verdad, qué es preciso olvidar los grandes misterios que atraviesan la humanidad. Es difícil lidiar con tanta confusión, pero ciertamente, es nuestro propio mundo el que nos exige una metamorfosis muy profunda, nos pide cambiar el curso de las cosas. Me he preguntado en estos días, ¿cómo es que pudiendo elevarnos a resolver los más grandes misterios, nos hemos empecinado en deambular únicamente por el mundo sensible? Es que hemos abandonado la reflexión filosófica, y con ello, le hemos arrebatado a la mente humana la posibilidad de elevarse, y habituarse a pensar, como puede pensar, pero como no está acostumbrada.
¿Cómo nos hemos puesto nosotros mismos el techo equivocado? No sé con exactitud porque ha ocurrido algo así, sin embargo, el pensamiento filosófico moderno, parece incidir en todo esto. Es que la reflexión filosófica, se funda en la posibilidad de conocer la verdad, sin embargo, para nadie es un misterio que hoy se señale que lo verdadero es aquello que cada sujeto juzga como tal. Pues bien, los primeros atisbos de subjetividad se encuentran en el pensamiento moderno. Es tal la envergadura, y el vuelco que supone esta reflexión que significó incluso que me preguntaran si aún con los modernos existe la filosofía. Mi respuesta fue un sí, aunque admito que tal interrogante me dejó pensativa; ¿es posible hoy desarrollar esta actividad?, ¿puede en nuestros días haber filósofos? No quiero con esto, señalar que el techo equivocado fue puesto por los pensadores de la modernidad, no es esto una condena a su reflexión filosófica, sino más bien un cuestionamiento que de pronto he necesitado responderme.
Lo cierto es que los modernos fueron ejecutores de una metamorfosis, transformaron el modo de concebir la realidad, los empiristas por un lado y los racionalistas por otro, escindieron la filosofía, sin ser conscientes con ello, de las implicancias que esto ocasionaría para nosotros. Unos nos redujeron a la mera razón como si solo fuéramos, dicho con Descartes, “una cosa que piensa”, y los otros nos convencieron de que sólo la experiencia podría llevarnos a la verdad. Tuvo que llegar Kant a unirnos otra vez. ¡Vaya labor la que realizó!, sin embargo, nada volvió a ser igual, aunque la reflexión kantiana hizo lo suyo, no fue posible olvidar a Descartes, que se había atrevido antes a universalizar la duda, a tal punto que nada pudiera ya darse por verdadero. La razón, sin su objeto- únicamente ella- aparece como real, y con ello queda imposibilitada de disponerse a avanzar más allá de sí misma. Es el objeto de la inteligencia, el ser, lo que se pone en entredicho pues no sabemos si existe realidad fuera de nuestra mente. Es que con Descartes el ser debe ser conquistado a fuerza de pensamiento, porque la realidad no es algo dado y se transforma en un problema el conducirse hacia ella, en cuanto no tenemos certeza de que exista con independencia del pensamiento. ¿Cómo esto no iba implicar un cierto derrumbe de la filosofía? Precisamente su objeto es el ser de las cosas, sin embargo a partir de la modernidad, no parece ser tan claro que las cosas tengan una consistencia ontológica, ahora el objeto de la inteligencia es el pensamiento, no ya el ser, como lo era para la filosofía clásica. Este nuevo enfoque, sin duda, pone en jaque el lugar que ocupaba la disciplina, tanto es así que será el propio Kant, el que sentenciará que aún siendo la metafísica una inclinación natural, no puede el hombre empeñarse en realizarla porque la razón no logrará jamás habitar esos espacios.
Desde la reflexión filosófica kantiana queda establecido que la razón humana sólo tendrá que contentarse con los fenómenos, no podrá ya, conocer lo que las cosas son. No es apresurado pensar que entonces la inteligencia tuvo que abandonar su actitud natural y extrovertida, en la cual el sujeto se abre a la realidad exterior, para dar cabida a una nueva, voluntariamente adquirida, asumiendo así, una disposición introvertida, es decir, tuerce la dirección, y en vez de posarse hacia las cosas del mundo que nos rodean, recae sobre sí misma, sobre el yo. ¡Qué duro es ver que nos hemos empecinado en ir a contracorriente!
Hoy estamos aquí, impregnados de una subjetividad que no es la moderna, pero que en ella encuentra sus cimientos. El mundo posmoderno, nos ha convencido que nosotros podemos definir que es lo que son las cosas, como si en ellas no hubiese un principio que las haga ser lo que son. ¡Cómo si no existiese un orden en el universo! Curioso afán que tenemos de modificarlo,  hemos estado dándonos demasiados permisos, y con ellos, la filosofía ha quedado relegada a un conjunto de opiniones y está siendo mirada con cierta indiferencia, ¿qué paradojal es pensar que podamos asumir esta actitud frente a una actividad que es connatural al hombre?
Precisamente, porque es propio de los seres humanos el intentar comprender el orden del universo, no podemos afirmar que con los modernos se acaba la filosofía porque la habrá cada vez que alguien se atreva a mirar el mundo desde lo más radical, desde lo más sustancial, desde lo más propio que conviene a todo ser. Es que los filósofos, y sus reflexiones no son los dueños de la filosofía, no puede ellos determinar su persistencia. Siempre es posible desarrollar la actividad filosófica, basta que asumamos que como seres humanos somos capaces de elevarnos más allá de lo que los sentidos nos muestran. El techo no es pues lo que por ellos captamos, hay algo más que realidades sensibles, ahora bien, no debemos perder de vista, que todo comienza aquí, pues nada pasa por el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos.
Los filósofos, y los que algún día serán tales, esos que quieren pensar filosóficamente, advirtiendo con ello que es preciso mirar la realidad desde los primeros principios, son los que pueden mostrarle al mundo el gran valor que supone desarrollar una actividad como ésta. Mediante ella, podemos conocer por ejemplo que exist en nosotros una inclinación natural hacia la felicidad, a la que debemos hacer caso, pues es ésta una exigencia de nuestro ser. Y es que tenemos una consistencia que nos hace ser tales, por mucho que nos empeñemos en ser lo que queramos. Somos seres humanos, y porque aún podemos saber esto, es que todavía puede haber filósofos, es cierto que el camino se ha puesto algo complejo, es verdad que cada vez son menos los que parecen impresionarse cuando desde sí mismos, descubren esta maravillosa verdad.
Es que hemos dejado esta interrogante  abierta cómo si pudiésemos nosotros decidir ¿qué es en verdad el hombre?, ¿qué es la felicidad?, ¿qué es la belleza?, ¿que es la bondad? ¡Hasta dónde ha llegado la soberbia humana! ¿Cómo es que hemos querido manejarlo todo?, ¿cómo fue que borramos de nuestras almas la convicción de que hay ciertas cosas que funcionan con independencia de nosotros? La filosofía es tan necesaria como fascinante y no puedo ser yo, la que le quite el ser. Pues he aquí precisamente el esfuerzo contrario. Quiero custodiar la gran relevancia que tiene en nuestros días el desarrollo y la reubicación de esta disciplina como la ciencia primera, pues, ¿podemos acaso orientar nuestra existencia si no conocemos lo que somos?, ¿si hemos prescindido de lo más elemental? Tal vez, el sin sentido que atraviesa nuestra sociedad, se explique en parte, porque muchos hemos pensado que ya no es posible filosofar, y con ello, hemos abandonado la preocupación por la naturaleza humana, a sabiendas de que entonces andaremos errantes.
Es que hemos sido incapaces hasta este momento, de hacernos parte del “conócete a ti mismo”, propuesto por Sócrates, y con ello, hemos dejado nuestro destino abandonado a su suerte sin que parezca necesario desentrañar los misterios, sin que tengamos que preguntarnos ¿por qué pasa lo que pasa?, sin que tengamos que explicarnos las causas de los efectos, sin que tengamos que comprender nuestra circunstancia. Cada vez que renunciamos a la filosofía, es porque hemos decidido olvidar lo que no se puede olvidar.

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