De Isabel a Carlos tituló Jaime Eyzaguirre uno de esos ensayos suyos donde brotaba todo el talento de su pluma y un amor incontenible por la España que se gestaba de la unión de los principales reinos de la península. Esa misma tierra se aprestaba a empresas aún mayores, concluir la reconquista contra el invasor mahometano, y descubrir y conquistar nada menos que el nuevo mundo. Madrigal de las Altas Torres fue su cuna, continuaba nuestro historiador que, cual Ercilla en otros siglos, hacía de la Historia un poema épico cantando las hazañas de un pueblo, mejor dicho de una reunión de pueblos que nos hicieron entrar a la historia de la cultura occidental y cristiana.
Serie Isabel de TVE
Isabel la Católica, en las postrimerías del siglo XV, cuando se despiden los años de la caballería medieval y despunta el renacimiento y su política maquiavélica, sería una de aquellas reinas de película, la serie Isabel de TVE, le hace justicia en muchos de sus méritos, que no fueron pocos. Isabel de Trastamara, que así se apellidaba la que se conoce como Católica, tendrá una compleja carrera política, debió imponerse a una aristocracia poderosa y levantisca, animada por la propia debilidad de carácter del rey de Castilla, su medio hermano Enrique IV El Impotente, el pueblo castiga con el ignominioso apodo al indeciso Rey, que ha obtenido el trono intrigando contra Juan II, su propio padre. El ascenso de la joven Isabel no fue nada fácil, debió sobreponerse a la muerte de su hermano Alfonso y pactar con Enrique IV reconociéndole como rey de Castilla a condición de que ella, su media hermana y bastante menor, le sucediera en el trono. El acuerdo conocido como “Toros de Guisando” se impone por sobre las pretensiones de Juana, supuesta hija de Enrique, pero al parecer de un cortesano de nombre Beltrán de la Cueva, de allí que fuera apodada “La Beltraneja”. Luego, el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón, gatilló nuevas tensiones con Enrique IV y a la muerte de éste, una guerra con Juana la Beltraneja y su marido Alfonso V rey de Portugal quien se entusiasma con expandir su reino al constatar las disputas entre castellanos. Finalmente, el joven y popular matrimonio, Isabel y Fernando, se imponen, consolidando el trono de Isabel en Castilla y a la postre de Fernando en Aragón, con ello se abrirá la puerta a la unión de los dos principales reinos de la península y lo que con el tiempo dará lugar a España. “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”, se lee en el escudo de los Reyes Católicos, lo que implica, prudentemente, que ella reina en Castilla y él en Aragón, esperando que algún día sus hijos reúnan ambos legados. Castilla se proyectará, en gran parte gracias a los méritos políticos de Isabel, como un reino clave ya no solo en la península ibérica sino en toda Europa, y es que su nueva dimensión Atlántica, con el descubrimiento de América, despliega enormes posibilidades. Aragón es, no menos importante, una potencia en el Mediterráneo, incorpora Cataluña y Valencia, y domina las Baleares, Nápoles y Sicilia, Cerdeña.
El mismo año en el que Colón desembarcaba sin saberlo en América, Isabel y Fernando han liderado y logrado una esperada victoria, poniendo fin a la reconquista cristiana de la península ibérica. Para ello han vencido en Granada, último reducto moro, lo han conseguido con tesón y paciencia, luego de años, significando una de las primeras empresas que los historiadores llaman propiamente española, ya que colaboraron en ella no solo castellanos y aragoneses, sino también cántabros, vascos, gallegos, catalanes y los mismos que hoy se llamarían andaluces.
Mapa de Castilla
Muchas son las huellas de Isabel, la unidad política y también religiosa, el orden interior que permitirá consolidar a Castilla como una de las potencias de la época. La labor de Fernando será clave en el ámbito diplomático, y los matrimonios de los hijos de ambos, verdaderos enlaces políticos a usanza de los tiempos, demuestran los afanes que culminarán, como veremos, con uno de sus nietos a la cabeza de un imperio. La tarea culminada no la verá la reina Isabel, por el contrario, debió sufrir en su vida el devenir de muchos dolores, la muerte de su hijo predilecto el heredero Juan, el que murió por amor, recién casado con Margarita de Borgoña. Además, le golpea la muerte de su hija Isabel, casada con Manuel de Braganza, ya rey de Portugal, ésta le encargó a su pequeño hijo Miguel, quien, otra tragedia, muere con su abuela a los dos años. Mientras, Catalina está lejos, en Inglaterra, y Juana, casada con Felipe de Habsburgo, apodado el Hermoso, desvaría tras la muerte de su amado marido.
Ante los dolores e infortunios, Isabel pone a prueba sus profundas convicciones religiosas, que le otorgan serenidad ante la muerte de sus hijos y de ella misma. Fallece en 1504, tenía cincuenta y tres años y había reinado casi treinta. Su testamento es una pieza histórica y humana de primer orden. Demuestra su Inteligente visión política, favoreciendo la unidad de España, mediante la sucesión dinástica que previene la incapacidad de Juana, la loca. A Fernando de Aragón le encarga la regencia, sabiendo que los castellanos son orgullosos y poco dóciles, y en espera que el infante Carlos, nieto de ambos e hijo de Juana y Felipe, cumpla los 20 años. Destaca en el mismo testamento la especial preocupación por el trato que hay que dar a los naturales de las Indias, interés que fue una constante durante su vida como asevera, el tan crítico, Bartolomé de las Casas quien reconoce que la reina Isabel “no cesaba de encargar que se tratase a los indios con dulzura y se emplearan todos los medios para hacerlos felices”. Entre Isabel y su nieto Carlos, en Castilla el poder pasará entre las manos del efímero Felipe de Habsburgo, el propio Fernando de Aragón y el voluntarioso Cardenal Cisneros. Carlos había nacido en Gante, hoy Bélgica, en el año de 1500; en él confluían cuatro legados de cuatro notables dinastías europeas. Detengámonos en ello porque su magnitud lo exige. Carlos es nieto no solo de los Reyes Católicos, sino también del emperador adel Sacro Imperio Romano Germánico, Maximiliano de Habsburgo y de su mujer María de Borgoña, padres de Felipe el Hermoso. Así de los Habsburgo recibiráAustria, Estiria, Carniola y Carintia además del Tirol, y la posibilidad de ser electo sucesor de Maximiliano en el imperio alemán. De su abuela paterna recibe Flandes, Brabante y Luxemburgo y el disputado Franco Condado. De nuestra Isabel, Castilla, Granada y la reciente incorporada Navarra, además de los nuevos e inmensos territorios de Indias, en pleno proceso de descubrimiento y conquista. De Fernando, un crecido Aragón, Sicilia, Cerdeña y Nápoles, en suma, como vemos, un legado que por su extensión pudo haber aturdido a cualquiera, pero que el joven Carlos asume con indudable responsabilidad. Estaba llamado así a convertirse en el gobernante más poderoso de su tiempo, tamaña tarea fruto de un inmenso legado patrimonial, la realizará, cómo no, con aciertos y errores. Si enorme fueron sus territorios no menores las dificultades o desafíos a los que debió hacer frente. Los resumiremos en cuatro, el avance del Islam, la reforma protestante, la permanente rivalidad con Francia y la conquista de América. De nuevo cada una de ellas pudo llenar muchas vidas y Carlos debió rasumirlas casi simultáneamente. Desde mediados del siglo XV, con la toma de Constantinopla, el Islam ahora encabezado por el himperio turco otomano presionó e incluso desbordó las fronteras del occidente cristiano. Cae Hungría y en su defensa pierde la vida su rey, Luis II casado con una hermana de Carlos. Los turcos sitian Viena, y avanzan por el centro de Europa y por el Mediterráneo, saqueando sus costas. En tierra, los detendrán la legendaria caballería polaca de los jagellones, y los propios tercios de Carlos que levanta el sitio de Viena. En el Mediterráneo no verá Carlos resuelto el problema, finalmente sus hijos Felipe II y Juan de Austria, ya muerto Carlos, vencen en el mar al cruel Suleiman el Magnífico en la trascendente batalla de Lepanto. Por otra parte, la Reforma Protestante cambiaría el mapa espiritual de Occidente hasta el día de hoy, Carlos fue finalmente electo emperador del Sacro Imperio Germánico y paralelamente Martín Lutero y su reforma protestante se hacía fuerte en buena parte de los reinos del norte. Carlos descendía de familias históricamente comprometidas con la defensa de la religión católica, y su postura estuvo a la altura de sus antepasados, se reunió con el propio Martín Lutero en la dieta de Worms y se afanó por convocar un Concilio que, algo tarde, finalmente detuvo el avance del protestantismo y favoreció la reforma católica. No obstante, fueron repetidos los problemas políticos con Pontífices de la época, basta mencionar el Saco de Roma, y las continuas tensiones con príncipes alemanes del Imperio, sostenedores del propio Lutero y su reforma. Respecto a Francia, no cabe duda que su rey Francisco I se siente intimidado por su múltiple vecino y, ante ello, el renacentista monarca galo consagra lo que, para desgracia de Carlos y probablemente de Europa, se llamará la “razón de Estado”, en otras palabras, políticas que justificadas en la defensa del estado llevarán a pactar al “católico” Francisco ya sea con el Turco en defensa de sus costas, o en ocasiones acordar alianzas bélicas con los príncipes protestantes en el afán de combatir juntos al adversario Habsburgo. El escenario de rivalidad con Francia fue por lo general el disputado territorio italiano, allí en la batalla de Pavía cayó prisionero Francisco, pero prima la diplomacia y, luego de negociaciones, fue liberado tras un elegante cautiverio madrileño.
Colón arribando a América
En aquella misma batalla participó en defensa de su emperador Carlos, un joven extremeño que, años después, conquistaría Chile, Pedro de Valdivia. Con ello conectamos con el cuarto de las grandes desafíos que debió enfrentar Carlos I de España y V de Alemania, me refiero a continuar con el descubrimiento y conquista de América. El mismo Valdivia le escribió sus Cartas de Relación del Reino de Chile a su emperador Carlos, exagerando las bondades del clima y condiciones del territorio para favorecer la llegada de mayor contingente de peninsulares a las nuevas tierras y poder asegurar un proceso a todas luces incierto que le costaría la vida al propio conquistador. Por su parte, Hernán Cortés cuando regresa a la península luego de conquistar México, la Nueva España, se pone al servicio de su emperador combatiendo en el Mediterráneo al Islam. Incluso Francisco Pizarro es recibido en audiencia por Carlos para relatarle sus aventuras y desventuras incaicas. La polémica por los justos títulos habla del rigor jurídico de la España del siglo XVI que convoca a destacados juristas de la propia Universidad de Salamanca para cuestionarse la licitud y legitimidad de la empresa americana. Carlos fue un emperador europeo, realizó más de cuarenta viajes de gobierno por aquel continente en una época en la que los traslados eran un largo sacrificio. Casado con su prima, también nieta de Isabel la Católica, la bella Isabel de Portugal, así al menos la retrató Tiziano, el César Carlos abdicó finalmente en su hijo Felipe II, los territorios de Flandes, España, Italia y América; a su hermano Fernando le había encargado el gobierno del Imperio alemán y los territorios austríacos; quien fuera el gobernante más poderoso de su tiempo abandona así, cansado pero voluntariamente, el poder, para retirarse al monasterio de Yuste, austero y alejado, en la seca región de Extremadura donde falleció en 1558.
Sepulcro real de los reyes católicos en Granada