Lermontov

Mihail Yurievich Lermontov: Poeta, Romántico y Luchador

Este poeta romántico y rebelde, defensor de la libertad y de los derechos de su pueblo es contemporáneo de Pushkin, a quien admira profundamente. A su muerte le escribe un poema que estremece a todo el pueblo ruso.

Su padre era un capitán retirado, noble sin fortuna, descendiente de escoceses establecidos en Rusia durante el siglo XVI. Su madre pertenecía a la alta aristocracia terrateniente y hubiera podido aspirar a una unión más brillante, pero joven y romántica siguió el camino que le indicaba su corazón, venciendo la oposición férrea de su familia. De esta unión nació Mihail que vino al mundo en Pensa, una aldea al sur de Moscú, durante la noche del 2 al 3 de octubre de 1814. Tanto los padres como la abuela materna amaban al niño profundamente pero eran incapaces de entenderse entre sí. El rencor de Elizaveta Arsenieva hacia su yerno provocaba escenas violentas y el matrimonio se entendía cada vez peor. El niño tenía apenas tres años cuando su madre murió de tisis y la abuela obligó al padre a cedérselo, poniéndolo en una situación insostenible. Si renunciaba al hijo, ella pagaría las deudas del capitán y haría del pequeño Mihail su heredero, pero si insistía en llevárselo consigo, lo desheredaría. Elizaveta Alexeevna Arsenieva se instaló en sus dominios de Tarhany con el nieto a quien hizo impartir una educación excelente. Profesores privados le enseñaron ruso, inglés, alemán, francés y griego, historia, geografía, matemáticas, literatura, música y pintura para la que reveló dotes extraordinarias. Aprendió a dibujar antes que a escribir. Por cierto, recibió también clases de esgrima. La vida de la abuela, dominante y posesiva, giraba en torno al pequeño y no reparaba en gastos para darle lo mejor. Todos procuraban complacerlo y cuando estaba enfermo, las siervas eran liberadas de su trabajo para que rezaran por la salud del joven amo.

Por el lado materno tenía muchísimos parientes por lo que no era un niño solitario Compartía juegos con primos más o menos lejanos. Uno de ellos, Alexei Stolypin fue su mejor amigo hasta el fin de su vida. Como era de salud delicada, su abuela solía llevarlo al Cáucaso para reponerse. La vida de los pueblos de las montañas caucasianas le provocaron impresiones durables que luego se reflejarán en sus obras poéticas. Iban donde una tía en Georgia con la esperanza de que el aire puro y los baños de mar mejorarían su salud. La casa tenía una estupenda biblioteca y “Misha”, de diez años, gozaba leyendo a Voltaire, Rousseau, Schiller y Goethe.
Contaba 11 años cuando Nicolás I subió al trono y ocurrió la rebelión de los decembristas, oficiales que intentaron exigir una constitución, fracasaron y fueron reprimidos por el zar. Como muchas familias aristócratas, la suya también se vio afectada. Su tío abuelo, Dmitri Stolypin, era muy amigo de uno de los líderes: Pavel Pestel, condenado a la horca. En 1827 Mihail es ya un adolescente; hay que pensar en su educació y abuela y nieto se trasladan a Moscú lo que le permite intimar con la familia Lopoukhin que tenía varias hijas. Con Alexandra y María, sobretodo con esta última, bastante mayor, sostuvo correspondencia asidua a lo largo de su vida y ellas lo consideraban como un hermano. Pero se enamoró de la menor, Várvara, quinceañera dulce, inteligente, simpática, de sonrisa radiante, tal vez el gran amor de su vida, pero que nunca le correspondió. Al año siguiente Mihail ingresa al internado para nobles que dependía de la Universidad de Moscú y cuya instrucción estaba principalmente orientada a los clásicos ya que al zar no le gustaban los currículos liberales. Pero la vieja Moscú vivía un momento intelectual interesante porque, si bien era la sede de la élite mas tradicional, la aristocracia terrateniente ligada a la institución de la servidumbre, no pudo impedir la influencia del romanticismo, movimiento clásico alemán y eso renovó su visión cultural de tal manera que el joven Lermontov se benefició tanto de la instrucción del internado como de las representaciones públicas de obras de Shakespeare y Schiller, aunque mutiladas por la censura. Es una etapa grata en su vida; a los 16 años se enamora de Ekaterina Shuskova y le escribe un ciclo de poemas, poco después otro entusiasmo, pasajero, por la hija del dramaturgo Ivanov. 1831 es un año importante por dos razones: se reencuentra con su padre e ingresa a la universidad. Está encantado de volver a ver a su progenitor y le muestra sus pinturas y sus versos, pero lamentablemente el padre muere ese mismo año y es un desgarro en el alma del joven que escribe versos desolados: “Me diste la vida pero no la felicidad”.

El primer semestre universitario coincidió con una epidemia de cólera y los estudiantes se comprometieron en una lucha para derrotar la enfermedad, bajo la coordinación de los alumnos de Medicina, de tal manera que las clases no se reanudarán hasta el año siguiente. Cuando todo volvió a la normalidad, estos jóvenes que habían dado muestras de iniciativa y gozado de una cierta autonomía, tuvieron dificultad en adaptarse al cerrado criterio universitario que rechazaba toda idea opuesta a la autocracia. Mihail Lermontov pertenecía a un grupo denominado:”La Alegre Pandilla” que propiciaba un estado constitucional, en el cual la servidumbre sería abolida y donde todos tendrían derecho a la educación. No proponían soluciones concretas pero tenían claro que la educación que se les impartía era de espíritu estrecho e ideologizada. El conflicto con la autoridad era inevitable. Silbaron al profesor de derecho romano por considerarlo obtuso. Lermontov, en especial, provocaba a los docentes continuamente. Les reprochaba su ignorancia y el material de estudios anticuado, jactándose de su propia biblioteca, muchísimo más actualizada que la universitaria. Esta confrontación terminó con su expulsión. En un principio pensó continuar los estudios en la universidad de San Petersburgo, pero ésta no reconocía los estudios de la moscovita.

Decidió, por lo tanto ingresar a la Escuela Militar. Como vástago noble, luego de dos años se graduaría y estaría listo para enrolarse en alguno de los regimientos de la guardia imperial. Era el camino que seguían muchos aristócratas, pero en el caso del joven Mihail con su carácter rebelde, cabía preguntarse si se adaptaría a un ambiente en que todo atisbo de liberalismo había sido suprimido y donde se enseñaba únicamente estrategia, balística y fortificación mientras que el tiempo libre se dedicaba al juego de cartas, pero el caso es que lo soportó e incluso encontró tiempo para escribir gran parte de su poema “Demonio”, el ángel caído que se enamora de una mujer, Tamara. Se gradúa con su clase en 1834 y comienza una etapa de mucha vida social en los salones de la capital, donde luce su uniforme, pero su espíritu crítico se desata contra esa sociedad, llena de privilegios y de ideas estrechas, que le inspira un drama “Masquerade”, obra de teatro en verso, que no pasó la censura y tuvo que ser reescrita tres veces, a pesar de lo cual no será representada en vida del autor. No sólo la censura lo rechaza, el amor tampoco le sonríe. Un reencuentro con Ekaterina Shuskhova termina en ruptura y Várvara Lopoukhina se casa con otro. 

En 1837 lo impacta terriblemente la muerte de Pushkin, a quien admira profundamente, ocurrida en un duelo a manos de Georges d’ Anthès y escribe en contra del agresor, un poema, muy alabado incluso por su superior , el gran duque Mihail Pavlovich , pero al enterarse que d’ Anthès no será juzgado en Rusia por ser extranjero, se desata en él una rabia enorme y agrega 16 líneas a lo escrito, acusando a la aristocracia , llena de parásitos pululando detrás del trono, de haber dado muerte al poeta y cuya sangre negra jamás podrá borrar la sangre pura del fallecido Pushkin. Enterado Nicolás I, cuyos consejeros califican el poema de revolucionario, lo hace detener y lo exilia al Cáucaso, donde se integra al ejército. Con esto le brindó la oportunidad de conocer personalmente y de admirar a los decembristas a quienes el zar había conmutado el destierro a Siberia por una asignación en el ejército que combatía las tribus rebeldes. Los decembristas lo habían arriesgado todo, hasta la vida, por Rusia, olvidándose de sí mismos.

El exilio le resultó artísticamente muy positivo. Escribió mucho y pintó mucho. El Cáucaso lo inspira. Por influencia de su abuela, en 1838 es perdonado y vuelve a la capital. Sus poemas, sus aventuras, lo convierten en un personaje a la moda y los salones reclaman su presencia, pero él está demasiado conciente de la independencia de sus opiniones y de sus reflexiones, producto de una observación aguda y sabe que chocará con los elementos más conservadores, que lo volverán a atacar. Como gran concesión, el zar lo promueve a teniente y lo reintegra a su regimiento de húsares. Mayor satisfacción le produce integrarse al grupo de poetas que había rodeado a Pushkin y al que pertenecen Zhukovsky, Vyazemsky, Pletnev, Karamzin, entre otros. 
Es la época en que escribe su obra maestra: “Un héroe de nuestro tiempo”, novela de transición, realista por su crítica a la sociedad rusa y romántica en todo lo demás. Su protagonista, Pechorin es el antihéroe en el que reconocemos rasgos autobiográficos del autor. Pechorin es joven, muy inteligente y tras su cinismo se esconde un corazón torturado. Su apariencia de hombre a quien nada le importa, gozador y oportunista es un disfraz. Como telón de fondo el Cáucaso, con sus paisajes majestuosos y sus gentes, que tan pronto conviven con el ejército ruso como luchan contra él. En el prefacio escribió: “¡Un hombre de nuestro tiempo, mis queridos señores, es en verdad un retrato, pero no de un hombre, es el retrato de todos los vicios que florecen en nuestra generación!”

En 1839 asiste a muchas veladas de lectura de poesías. El crítico Bielinsky lo consideraba un regalo nuevo y poderoso para Rusia, pero no era fácil alternar con él. Turguenev que lo apreciaba dirá: “Había algo negativo y trágico en la apariencia de Lermontov; de su rostro moreno y de sus grandes oscuros ojos fijos emanaba una suerte de pensativo desprecio y pasión”. Ese año da su forma final al poema “Demonio”. El melancólico maligno vaga por la tierra y se enamora de Tamara a quien promete la eternidad por un momento de amor, pero su beso, como veneno mortal la mata. Redimida por su amor y su sufrimiento, el cielo se abre para ella, pero el demonio renuncia a su sueño de mejores cosas y permanece abandonado en el universo, sin amor ni esperanza.
Lermontov se burlaba agriamente de las damas petersburguesas, y en el baile de año nuevo de 1840 se las ingenia para ofender a las hijas de Nicolás I. A renglón seguido, en febrero de ese año, en el baile ofrecido por la condesa de Laval se pelea con un amigo de d’Anthés, el que había dado muerte a Pushkin, Se llamaba Ernest de Barante y era hijo del embajador de Francia en Rusia. ¿El motivo?: una dama, es lo más probable y se baten a duelo, contra prohibición expresa de la autoridad. Primero se dieron golpes de sables y luego Lermontov disparó al aire. Le cayó encima el peso de la ley lo que aceptaba, pero a su alma profunda y poderosa le resultaba insoportable que dudaran de su palabra y no creyeran que había disparado al aire. De nuevo fue exiliado al Cáucaso donde se distinguió en las operaciones militares contra los montañeses y participó en sangrientas batallas, con tanto valor que sus superiores lo propusieron para condecoraciones que el zar le negó. Como gran concesión le permitió una licencia de dos meses en San Petersburgo, por motivos de salud.
La bella condesa Vorontsova Dashkova a quien había cantado en un poema lo invita a un baile al que asiste el gran duque Miguel, hermano del zar, quien se siente ofendido por la presencia de un oficial en desgracia. La condesa logra calmar los ánimos a duras penas y evitar su expulsión. Lermontov quería dejar el servicio activo pero no lo autorizan y retorna al Cáucaso .Está enfermo y le permiten ir a la estación termal de Pyatigorsk a recuperarse. Allí encuentra un antiguo compañero del internado: el oficial Martinov .Y se produce una riña. Algunos piensan que Martinov se sentía herido porque el poeta había despreciado a su hermana, otros que se disputaron por una bella que también hacía una cura de aguas, pero el hecho es que el duelo resultó inevitable a pesar de que Lermontov intentó arreglar las cosas. No hizo el menor intento por disparar y su adversario, experto duelista, luego de vacilar un segundo disparó directo al corazón y le arrebató la vida. Era el 15 de julio de 1841, día aciago en que a los 26 años moría, en plena juventud, un hombre dotado de talentos excepcionales. Sus poemas y novelas combinan folclor, romanticismo lírico y realismo incipiente sin olvidar su apasionada defensa de la libertad, presente en toda su obra, lo que conllevaba un gran desprecio por el zar y sobretodo por los cortesanos y el clero, sostenes de la autocracia.

Por eso cuando se difundió la noticia de su muerte, quienes se movían en los altos círculos de poder que rodeaban al trono, se alegraron de su desaparición, en tanto otros, cuya sensibilidad les permitía apreciar su alma de artista, lamentaban la desaparición de un gran poeta. El príncipe Viasemky declaraba: “Es una pérdida enorme para nuestra literatura. Doble golpe.¡Qué tristeza!. El propio Lermontov, con su agudeza habitual, había anticipado estas reacciones. En “Un héroe de nuestro tiempo” puso en labios del protagonista, Pechorin, que tanto se le parecía, las siguientes palabras: “¿Moriré mañana quizá? No quedará sobre la tierra ningún ser que me haya comprendido perfectamente. Unos me considerarán peor, otros mejor de lo que soy en realidad. Los últimos dirán: era un valiente joven; los primeros: era un mal elemento. Y unos y otros se equivocarán…”

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